Día feriado el recién pasado 31 de octubre (semejante a los vidrios de colores que trajeron los conquistadores para dar a los indígenas), una fecha donde los ciudadanos andan preocupados de hallowen, celebración extraña auspiciada por el marketing y el “retail” con amplia fanfarria; nada de Dios, Jesús o evangelio, “no junta ni pega”.
Algunos congresistas dirán en algunos medios (prensa, tv) palabras de buena educación, de política electoral, esa vaga diplomacia característica de los que desean quedar bien con Dios y con el otro, discursos dirigidos hacia una iglesia que está en constante crecimiento y que siempre ha sido la hermana pobre del cristianismo. Por cierto, ellos saben que las nuevas generaciones están cambiando ese prototipo, muchos estudian carreras universitarias, posgrados y serán profesionales que no se avergüenzan de ser pentecostales, bautistas o presbiterianos y claro está, son votantes.
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“Esta confianza la tenemos mediante Cristo para con Dios.
No que estemos capacitados para hacer algo por nosotros mismos;
al contrario, nuestra capacidad proviene de Dios,
el cual asimismo nos capacitó para ser ministros de un nuevo pacto,
no de la letra, sino del Espíritu, porque la letra mata,
pero el Espíritu da vida.”
2 Corintios 3:4-6
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