Este año -para resarcirme del encierro pandémico- hice varios viajes a la Costa Central de Chile, lugares casi todos conocidos y siempre acogedores.
Y me enamoré de la Plaza de Limache, plena de añosos árboles de distintos verdes, grata y fresca.
Una lugareña me asegura que allí no hay asaltos ni sobresaltos, el lugar es seguro para pasear sin las preocupaciones de las grandes urbes.
Coronó la caminata una breve y fina llovizna.
Los escépticos dicen que no hay lugares perfectos.
Se equivocan.
Cuando una se enamora no hallará defectos.
Estoy en esa etapa; este verano volveré -si Dios lo permite- a
Limache.
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Vuelve el desierto en estanques de aguas,
Y la tierra seca en manantiales.
Allí establece a los hambrientos,
Y fundan ciudad en donde vivir.
Siembran campos, y plantan viñas,
Y rinden abundante fruto.
Los bendice, y se multiplican en gran manera;
Y no disminuye su ganado.
Salmos 107:35-38
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