viernes, 28 de enero de 2011

Narcisismo.

 
Se mira al espejo antes de abrir la puerta y enfrentar el mundo.
Si algo no le agrada, regresa a su pieza y cambia de vestuario. Una, dos, tres, no importa cuántas. La impuntualidad es su bandera.

Es enemigo de las fotos espontáneas o cualquier improvisación que lo deje expuesto a la sinceridad del momento.

El mito de Narciso se repite como una historia que sale del espejo. La belleza, ¡ah!, la adoración a la belleza, engaño antiguo renovado una y mil veces donde encuentre un reflejo.


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Los ojos del altivo serán humillados
y el envanecimiento humano será doblegado.

¡En aquel día sólo el Señor será exaltado!
  
Isaías 2:11
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lunes, 24 de enero de 2011

La Peni (3)

Un barullo.
Como el aleteo de muchas alas, como el caer de las hojas en un día de otoño, como el ruido insistente de las olas, las voces se confunden en una para formar un sonido uniforme. 
La espera es larga antes de ingresar a la Penitenciaría y conversar es un ejercicio que se practica sin culpas o superioridad-inferioridad. Todas las personas tienen una historia interesante para contar, todas oímos con respeto. 

Códigos. Todo tiene un código silencioso que no se transgrede. Si una va por primera vez, debe mirar y aprender. Escuchar para no "meter la pata" (dicho en Chile). O sea, no equivocarse porque puede pasar un mal rato.

Códigos de confianza al que debes someterte. Nadie puede ingresar al recinto carcelario con llaves. ¿Qué hago con las llaves del auto? -pregunto-. Debes dejarla en custodia. Y ¿dónde está la custodia? Pues, ahí, en la calle. Mira, ese furgón donde hay mochilas y bolsos, es una custodia. Allá donde venden café hay otra. Y esa señora que juega sudoku debajo de un toldo también se dedica a cuidar cosas.

Vaya.
Pero, pero...¿cómo voy a dejarle mis pertenencias a un desconocido?
Confianza.
Códigos de confianza que nadie rompe.
Códigos indestructibles que mantienen un sistema de protección a los visitantes.

En fin, acepto. Tomo las llaves y las dejo en manos de una mujer la que las coloca en una bolsa plástica, le pone mi nombre y sonríe. Vaya tranquila, me dice,como si supiera de esa leve indecisión que me perturba.
Solidaridad, confianza, comprensión.


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El Señor Dios escucha a los necesitados 
y no desprecia 
el sufrimiento de los que están presos.


Salmos 69:33
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viernes, 21 de enero de 2011

La Peni (2)


El sol no perdona frente a la Penitenciaría.
Todo aquel que se coloque debajo de su calor, tendrá que soportar los 33 grados sin protestar.
Las mujeres –estoicamente- hacen la fila para entrar, sin resguardo, sin protección, guiadas por rejas que dan un pequeño espacio de movilidad a cada una. Avanzan lentas. Todo depende de la rapidez o lentitud de las revisiones interiores, del personal, tú sabes, hay días que los funcionarios son ágiles, embalados en la tarea, otras, lentos, pelearon con la esposa, no tuvieron sexo, durmieron mal, comieron más de la cuenta, en fin, tantas variables como días y funcionarios hay.
Así que, entrar rápido o lento es la suma de muchas variables.

Es mejor entregarse a la paciencia, conversar con la madre que espera ver a su hijo después de muchos meses, la hija que lamenta la salud del padre, la esposa que critica contra un sistema engorroso y hacinante.
Claro, dirán alguno, no perdamos las proporciones, son delincuentes y deberán pagar.
Verdá.
Verdad verdadera.
Así es que la familia debe aguantar y pagar también su cuota.
Los amigos deben pagar.
La iglesia (si el interno es pariente de algún hermano o hermana) debe dar lo suyo.
Sin embargo, a pesar de las humillaciones, la Palabra de Cristo es pronunciada con frecuencia. El nombre de Dios es invocado, aun por las mujeres de la fila. Escuchan con respeto. Saben que el sistema es opresor, pero Dios es un Dios de libertad, de perdón, de esperanza.
A muchos, solo eso los sostiene.

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«El Espíritu del Señor está sobre mí,
      por cuanto me ha ungido
      para anunciar buenas *nuevas a los pobres.
   Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos
      y dar vista a los ciegos,
   a poner en libertad a los oprimidos,
 a pregonar el año agradable del Señor.»


 Luego enrolló el libro,
se lo devolvió al ayudante
y se sentó.
Todos los que estaban en la sinagoga
lo miraban detenidamente,
y él comenzó a hablarles:
“Hoy se cumple esta Escritura en presencia de ustedes.”


Lo dijo Jesús en el evangelio de Lucas.
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jueves, 20 de enero de 2011

La Peni (1)


Tal vez.
No, empecé mal.
No es tal vez.
Debo decir, perdón.
Pido perdón a Dios.
He pasado por una vereda durante muchas ocasiones, una vereda donde se junta mucha gente cada  jueves.
La vereda de la cárcel de Santiago.
Y he pasado por esa vereda sin mirar a las personas, sin pensar en sus necesidades, sin siquiera darles la oportunidad de ser oídos.
Hasta hoy.

Llego temprano –siempre hay mucha gente-, investigo qué se debe hacer para ingresar. Me horroriza el trato, la indiferencia, la vejación de las mujeres cuando son revisadas, las exigencias. Solo para lograr ver al hijo, al padre, al hermano que, por esas desgracias de la vida –a veces te encuentras en el lugar y la hora equivocados-,  caídas o flagrantes delitos,  están recluidos un año, dos, diez.

Acompaño a mi amiga F.a ver su padre.
Cuando salgo del lugar después de tres horas de espera a pleno sol y apenas media de visita, ruego, tal vez en forma muy egoísta, que ninguno de mis amigos, familiares o hermanos venga a dar a este lugar.

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El Espíritu del Señor omnipotente está sobre mí,
 por cuanto me ha ungido
para anunciar buenas nuevas a los pobres.
 Me ha enviado a sanar los corazones heridos,
 a proclamar liberación a los cautivos
 y libertad a los prisioneros,
a pregonar el año del favor del Señor

Isaías 61:1
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martes, 18 de enero de 2011

¿Anacrónico?

Como los zapatos taco aguja, las tacitas chinas para el té, los sombreros de copa o el himno  Castillo fuerte, un comentarista sostiene que el evangelio (y los evangélicos) es un anacronismo, algo ajeno a la modernidad, la ciencia y los medios que nos rodean. Más aún si cantan en sus reuniones masivas “Firmes y Adelante”.
Vaya.

Nada más lejos de la verdad.
¿Puede el espíritu humano prescindir del amor?
¿Pueden las personas –modernas y científicas- despreciar la misericordia como un bien?
¿Hay menos problemas mentales hoy que en el tiempo de Jesús?
¿Los hombres han resuelto sus conflictos existenciales?

¿Son más felices porque son más prósperos, saben más del mundo que les rodea y viajan a las estrellas?
¿Han resuelto sus diferencias con palabras de paz y buena voluntad?
¿Hay menos presos en las cárceles, menos enfermos en los hospitales, menos enajenados en los siquiátricos?

¡¿De qué anacronismo me están hablando, porfa?!
  

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Jesucristo es el mismo
ayer
y hoy
y por los siglos.

Hebreos 13:8
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