sábado, 27 de diciembre de 2014

La hora dorada.


Me siento debajo de la vid en ciernes.
El silencio habita el espacio de la hora dorada.
El sol se refleja discretamente en los edificios -en la cumbre de Los Andes, en mi jardín-, como si no quisiera interrumpir la paz de la tarde.

En el edificio contiguo una niña entona una canción navideña con un balbuceo infantil.
Sobre las altas palmeras pían zorzales nuevos.
Las palomas bajan a beber agua en el patio donde crecen poco a poco los duraznos, las plantas de tomates y las diminutas albahacas.
Mi clepia perfuma todo el lugar.

El tiempo detenido en un instante eterno e infrecuente vuelve a moverse en la bocina estridente de algún torpe conductor que circula por la calle despoblada.



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¡Mira, el invierno se ha ido,
    y con él han cesado y se han ido las lluvias! 
 Ya brotan flores en los campos;
    ¡el tiempo de la canción ha llegado!
Ya se escucha por toda nuestra tierra
    el arrullo de las tórtolas.
 La higuera ofrece ya sus primeros frutos,
    y las viñas en ciernes esparcen su fragancia.

Cantares 2:12-13 (NVI)

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martes, 23 de diciembre de 2014

Navidad debajo de un techo de totora.

Día fresco.
Pequeña neblina.
Horizonte aclarando.
Pronóstico,  buen tiempo.
Santiago atascado.
Desvíos.
Retraso.
El automóvil nos lleva en breve tiempo por la Cuesta Barriga, grandes campos, enormes cerros, valles verdes y fructíferos.
Llegamos a un amplio espacio de juegos, rodeado de limoneros.
Pataguilla.
Una ancha casona con techo de totora, mesas rústicas, ambiente de campo, informal y limpio.
Los jóvenes se entretienen con las selfies, los pequeños juegan, las mujeres preparan jugos naturales, los hombres conversan.
Las mesas servidas, en una esquina bien decorada está la torta de cumpleaños.
Cumpleaños de Jesús.
Nadie tiene prisa, excepto, claro está, los niños que esperan sus regalos.

En el lugar no hay vestigios de algún Viejo Pascuero, ni el delirio del comercio con sus luces a toda potencia o el ajetreo de las calles saturadas de la Capital, o la desilusión al no recibir el regalo soñado.
La celebración tiene un aire festivo y cristiano.
Hablamos de Jesús, del sentido que tiene la Navidad, compartimos los alimentos –panes dulces, bebidas, jugos-, todo entre risas, discursos improvisados y villancicos sin estridencias.
Una obra de teatro adecuada a la celebración.

Observo el techo de paja y convengo que tal vez cuando nació el niño lo hizo debajo de algo parecido a esto, en un día como este, como cualquier niño nacido de mujer.


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De su plenitud todos hemos recibido 
gracia sobre gracia, 
pues la ley fue dada por medio de Moisés, 
mientras que la gracia y la verdad
 nos han llegado por medio de Jesucristo



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miércoles, 17 de diciembre de 2014

Clepia.


¡Cómo ha crecido mi Clepia!
Hace un año era una bebé, hoy se ha llenado de flores.
Todavía es uno de los mejores regalos de Navidad.
¡Gracias, Dios!, solo Tú puedes crear de la nada tanta belleza.


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 Hasta el lugar desolado y el desierto estarán contentos en esos días;
    la tierra baldía se alegrará y florecerá el azafrán de primavera. 
 Así es, habrá abundancia de flores,
    de cantos y de alegría.
Allí el Señor manifestará su gloria,
    el esplendor de nuestro Dios.


Isaías 35:1-2 (NTV)


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lunes, 15 de diciembre de 2014

Ley humana- Gracia de Dios.


                  Ley humana:
               - El que la hace, la paga.
               - Se cosecha lo que se siembra
               - Quien siembra vientos, cosecha tempestades.
               -  Palos porque bogas y palos porque no bogas.
               - Le haré morder el polvo.
               - Le pagó con la misma moneda
               - Ni perdón ni olvido
               - La venganza es un plato que se sirve frío.
               - Le sacó los trapitos al sol.
               - La ley del embudo.
               - El pez más grande se come al más chico.
               - Poderoso caballero es don dinero.
               - Del árbol caído todos hacen leña
               - El que ríe último, ríe mejor.


 Gracia de Dios: 
- Sin embargo, con una bondad que no merecemos, Dios nos declara justos por medio de Cristo Jesús...

El Señor Jesucristo, aunque era rico, por amor a ustedes se hizo pobre.... (2 Corintios 8:9) 

- Dios es tan rico en gracia y bondad que compró nuestra libertad con la sangre de su Hijo y perdonó nuestros pecados. (Efesios 1:7) 

- Dios los salvó por su gracia cuando creyeron.  (Efesios 2:8) 

- Cuando estén orando, primero perdonen a todo aquel contra quien guarden rencor (Marcos 11:25) 

- No juzguen a los demás... No condenen a otros.... Perdonen a otros, y ustedes serán perdonados. (Lucas 6:37) 

- Si tu enemigo tiene hambre, dale de comer. Si tiene sed, dale de beber. (Romanos 12:20)

 - Pero yo les digo: Amen a sus enemigos, bendigan a los que los maldicen, hagan bien a los que los odian, y oren por quienes los persiguen, para que sean ustedes hijos de su Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos. (Mateo 5:44-45) 



miércoles, 10 de diciembre de 2014

Carentes de gracia.

Viajamos por la carretera al funeral de la Juani.
De pronto se nos cruza un auto para adelantar.
Nuestra conductora debe subir a la vereda para evitar el choque, el imprudente conductor se pierde velozmente por la autopista.
En la fila del súper alguien se demora, una mujer joven reclama.
En el Metro nadie da su asiento a los ancianos. Menos a una joven embarazada.
Suma y sigue.
Vivimos en un mundo huérfano de gracia, aun en las iglesias se practica “el que la hace la paga” aprendido en la educación humanista.
El que se humilla es mirado como alguien “raro”.
El que concede el perdón de una deuda casi un “extra-terrestre”.
Nadie cede frente a las necesidades del otro, de su cotidiano vecino.
Estamos claros que nada es gratis, ley y  orden,  ojo por ojo –no lo expresamos tan tajante-,  todo cuesta.
Cuando pienso en la gracia reuerdo al padre de la parábola del hijo pródigo.
Un padre que cede a un requerimiento extravagante “dame mi herencia”.
Un padre que sufre la ausencia del hijo.
Un padre que no reprocha cuando regresa quebrado.
Un padre que restaura al caído.
Un padre que lo defiende aun contra su hermano.

 Me estremecen mis carencias, mi mente legalista, mi ojo crítico.
Pido perdón una y otra vez.
Y Él me perdona.
No quiero olvidarlo cuando tenga que hacer lo mismo, dar de gracia (sin condiciones previas) lo que he recibido.

Tan bien lo expresa el apóstol Juan: “ El Verbo (La Palabra) se hizo carne, y habitó entre nosotros, y vimos Su gloria, gloria como del unigénito (único) del Padre, lleno de gracia y de verdad. (Juan 1:14)” 




(Detalle de la pintura El retorno del hijo pródigo obra del pintor holandés Rembrandt.)



lunes, 8 de diciembre de 2014

Gracia.

¿Cuál es la única cosa que la iglesia puede ofrecer 
 y que el mundo no puede conseguir en ningún otro lugar? 
Gracia.”

 (John Ortberg) 

Diciembre presagia buen tiempo. 
Algunos ya van de vacaciones. 
O hacen viajes cortos a la Costa Pacífico los fines de semana. 
Yo leo. 
Nada tan gratificante después de admitir que el golpe de la violencia vivida recientemente  nos ha dejado un poco desconcertados.

Leo sobre la gracia. 
De las 199 veces que aparece (en mi versión Reina Valera '60), el apóstol Pablo se refiere a ella 20 veces en su carta a los Romanos.

Digo gracia y recuerdo la canción “Sublime Gracia”.
Pienso en mi madre que renunció a un esposo para no darme un padrastro. 
Me viene a la mente “mi amiga de milicia” en el sudeste asiático. 
Cuando digo “gracia” me inclino con gratitud delante de Dios porque ha cercado mi vida de afectos inmerecidos, regalos luminosos, días de gloria que jamás soñé. Una infancia que, aun carente de bienes materiales, fue rica en alegrías, amistades y cariño. 
Digo gracia y evoco los días donde aprendí a leer, el momento de la revelación de las palabras, la tarde cuando inclinada sobre el silabario algo gatilló en la mente y se abrió al prodigio desconocido y asombroso. 

La gracia de Dios me ha regalado millones de momentos extraordinarios, sencillos, ingenuos, exuberantes, cada uno distinto. 
Cuando en noches insomnes me tiendo a esperar el sueño, cuento una a una las bendiciones, me quedo dormida antes de poder recopilarlas todas. 
Y por sobre todo lo que ha ocurrido, lo que ocurre o ocurrirá, está la mayor gracia, el día inigualable que nace el pequeño Jesús, como un mortal, sujeto a nuestras mismas opciones y costumbres. 
Crecer, estudiar, escribir, comer, jugar, reír, llorar, los mil verbos que se conjugan en un niño y forman una vida.


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 Por la gracia de Dios soy lo que soy, 
y la gracia que él me concedió no fue infructuosa. 

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lunes, 1 de diciembre de 2014

La violencia .

Abordo el Metro a la hora punta.
La multitud aprieta, empuja, porfía por entrar a un carro atiborrado.
Una señora sube después de bastante trabajo con una bolsa de compras –nada voluminosa-, a los pasajeros no les parece bien y se lo señalan con poca cortesía.
No ha roto ninguna regla de convivencia, me parece una reacción exagerada y descortés.

Mientras el tren se mueve lentamente siento el aire de nerviosismo que se respira en la ciudad, el estrés galopante que rodea las vías de ida al trabajo o de vuelta a casa.
Me impresiona la poca tolerancia de los usuarios, aunque en su descargo debemos notar que el sistema es fastidioso, impredecible, incómodo y totalmente saturado.
Lejos está aquel Metro olor a nuevo, amigable, vías expeditas, gente contenta, hasta había asientos desocupados. Hoy, si logras subir a un carro hay que alegrarse.

El escritor Roberto Ampuero en alguna parte escribe, “ Chile, más que “un paisaje”, como lo define Nicanor Parra, o “una loca geografía”, como lo describe Benjamín Subercaseaux, es un estado de ánimo.”

Nuestros estados de ánimo en la ciudad van fluctuando entre la depresión, la euforia y la violencia.
Días donde pareciera que a todos les pisaron los callos.
Otros presurosos por llegar a ver la tv, como si de esta dependiera todo bienestar.
Días de queja contra el mundo, desde la Presidenta, los políticos (tema recurrente)  hasta el último e ignorado funcionario.

Pocos días de alabanzas a Dios.
Poca gratitud.
En las calles no se oye música.
Casi no he escuchado  las campanas.

Tal vez llegando diciembre volvamos a un estado cordial con el prójimo.
Tal vez diciembre nos traiga el regalo de la paz en el alma.

Oro por eso.



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 El que es paciente muestra gran discernimiento;
    el que es agresivo muestra mucha insensatez.


Proverbios 14:29 (NVI)

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