domingo, 30 de junio de 2013

Lo que me pasa el domingo.

Al caer la noche del domingo, cuando todos se preparan para dormir y madrugar al día siguiente me sucede un fenómeno curioso (por ponerle un nombre). 
Una semana termina en la quietud de un día especial, el día que se reune la Iglesia, que reímos juntos, cantamos a nuestro Dios, oramos los unos por los otros -y por ti, hermana ausente-, nos sentamos a oír un sermón (generalmente estimulante), tomamos té o compartimos algún dulce hecho en casa con las visitas. 
El fin del día es un cierre y una evaluación. 
Algo hicimos, mucho queda pendiente. 

Otra semana se inicia. 
La perspectiva de nuevos trabajos, renovados sueños, alegrías que esperan el momento adecuado, páginas por leer, milagros inesperados. 
Las ideas bullen la noche del domingo, la planificación, haré esto, lo otro, visitaré una amiga, iré a la Estación Oración, el día de las frutas y verduras, los días de Pilates, la perspectiva de visitar la librería (y adquirir un libro a buen precio), cocinar algo raro pero que quede rico, escribir algo sorprendente (cuesta), cantar una canción nueva, orar en el Espíritu, lograr la comprensión de una Palabra en la lectura diaria… ¡ tanto por vivir desde el lunes, si Dios lo permite ! 


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Señor, 
Muéstrame tu misericordia por la mañana,
 porque en ti he puesto mi confianza.
 Muéstrame el camino que debo seguir, 
porque en tus manos he puesto mi vida. 

Salmos 143:8 (RVC)

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(Fotografía de Santiago, Chile, gracias a vagamundos.net).

2 comentarios:

Fernando dijo...

Te comprendo muy bien, Ojo Humano. Por muy mal que haya ido una semana, al llegar el domingo por la noche se baja el telón. El lunes por la mañana empieza un tiempo nuevo, en el que volvemos a tener oportunidad de que todo sea mejor.

Por eso, el domingo por la noche es un tiempo intenso: para dar gracias a Dios o para pedirle perdón por todo lo que ha pasado en la semana; para pedirle ayuda en el tiempo que comienza.

ojo humano dijo...

Gracias, Fernando. Siempre me animas.
Un saludo.