viernes, 31 de marzo de 2017

Vidas de calle (parte 1)

Elizabeth alguna vez fue hermosa.  Todavía queda en ella ese aire particular de la clase social alta, un estilo de caminar,  o mover las manos, buen vocabulario que revela colegio pagado y familia noble. El paso de los años, su mente desordenada y la vida vagabunda no han mermado su buen humor.
Loca no está.
Descuidada sin duda, viviendo al alero de un árbol o en el escaño de una placita al interior de una villa, evitando el ojo municipal que de seguro se la llevaría a un asilo, o peor aún, al siquiátrico. Ha elegido la libertad de las calles, se lava en algún grifo o con la manguera de los jardineros, camina en busca de comida en las ferias de la comuna y ora.
Sí, ella ora.
Mística e inestable, sus padres -ancianos- se rindieron a la evidencia que Eli prefiere la vida andante a su casa cerca de la playa.

Racionalmente se evalúa a las personas por su cordura ¿quién puede asegurar que Dios no la oye? ¿Quién puede medir la clase de fe que las personas tienen dentro? ¿No son estos seres más creyentes que cualquiera que se llame religioso?
Eli ruega por su hermana.
-Mi hermana es maniática de su riqueza, dedicación al trabajo y a sus compromisos sociales -me explica-, no tiene tiempo para compartir con sus hijas o con su marido. Yo no quiero esa vida de apariencia, concluye.  Mucho de su discurso es atinado y cuerdo.

Observo las nubes, la llegada pronta del invierno y le pregunto cómo se las arreglará con las lluvias, el frío y la nieve que a veces cae sobre Santiago con sus menos cero grados.
Con una sonrisa responde, ya tengo una provisión. Dios me ha dado una habitación donde pasar los días helados.
La miro alejarse a pasos cortos, su mochila llena de cosas propias de una mujer, su sombrero de mezclilla puesto de lado y unos enormes lentes de sol. Se da media vuelta y me hace un gesto con la mano, "hay que orar", me grita desde lejos.
Decididamente no es un mensaje subliminal ¿verdad?


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Dar algo al pobre es dárselo al Señor; 
el Señor sabe pagar el bien que se hace.

Proverbios 19:17

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lunes, 27 de marzo de 2017

Las murallas que protegen nos dividen.

Al final del verano, 
en las murallas rotas donde viejos molinos dispersan 
por las islas sus ruedas mutiladas,...
(Ricardo Molina)
Hay una canción que cantan los jóvenes de mi iglesia… y a veces nosotros. “los muros caerán”.
El presidente Trump quiere seguir edificando el muro entre EE.UU. y México.
Cisjordania, Irlanda, Corea, Chipre, India, Kuwait, tienen sus versiones particulares, vallas alambradas, cemento y alambres de púas, cuchillas hacia el cielo, minas enterradas a punto de estallar, alta tecnología si hay más recursos.
La reja de madera de mi casa, la de fierro de los vecinos, la de latón, ladrillos, muros de elementos sólidos, cortantes, agresivos, cercos de espinos con puntas pestilentes. También hay muros de flores, después de todo son lo mismo, solo camuflados, podríamos llamarles muros hipócritas.
Los muros son reflejos de los miedos.
Nos hablan de ambiciones y desconfianzas.
Queremos estar seguros.
Queremos proteger nuestras pertenencias, aunque sean insignificantes.
Nuestro corazón se muestra en lo alto de cada muralla. Qué tan materialistas somos y cuánto amamos lo que tenemos.  Qué tan discriminadores somos como personas o país.

En la actualidad hay más de 65 países con muros terminados o por terminar. Justificaciones hay tantas como las vallas que se han levantado.

Una oración que le enseñamos a los niños: “En paz me acostaré y asimismo dormiré porque solo tú, Señor, me haces vivir confiado” (Salmos 4:8), a veces también la repito en la oscuridad de la noche.
Mientras menos confiemos en Dios más barreras habrá entre nsosotros.

 


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Pero el Señor afirma: 
Yo seré como una muralla de fuego alrededor de ella, 
y en medio de la ciudad mostraré mi gloria.”» 

Zacarías 2:5

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lunes, 20 de marzo de 2017

Siento que te amo.

Siento que te amo 
Porque pienso mucho en ti 
Siento que te amo 
Porque cuando en ti me inspiro el corazon se precipita 
Siento que te amo 
Porque en cada palpitar 
Una lagrima que brota 
De mis ojos que te ven aun sin mirar 
Siento que te amo derribado ante tu altar 
Siento que te anhelo 
Más que a tu bendicion 
Siento que te anhelo 
Y si tú estás conmigo 
Hasta el aire no me importa 
Siento que te anhelo (Mi Jesús)
Y anhelo tus palabras, 
Tu aliento y tu voz 
Tu consejo y hasta tu correccion 
Siento que te anhelo 
Te anhelo,  mi Señor

*** 
Una  linda canción antigua remozada.
Con cariño para mis amigos que están en tierras lejanas, para que al oírla sientan que están en casa.

viernes, 10 de marzo de 2017

Oraciones breves.

He decidido orar un poco más en el día a día, enfocarme en todo momento hacia la presencia de Dios.
Cuando vaya a las compras. Cuando riegue las plantas. Cuando visite una amiga. Que Dios esté presente en la vida real, no solo cuando me inclino en el templo o en el dormitorio.
Algo he avanzado, pero es una  disciplina a la que hay que darle espacio.
Las distracciones  nos envuelven y de pronto tengo mil y un asunto en la cabeza.
Es necesario que vuelva a lo prioritario para la vida del espíritu.
Y encontré esta oración  muy práctica y contundente, la estoy memorizando. Es del obispo Patricio de Irlanda: 
"Cristo conmigo,
Cristo frente a mí,
Cristo tras de mí,
Cristo en mí,
Cristo a mi diestra,
Cristo a mi siniestra,
Cristo al descansar,
Cristo al levantar,
Cristo en el corazón de cada hombre que piense en mí,
Cristo en la boca de todos los que hablen de mí,
Cristo en cada ojo que me mira,
Cristo en cada oído que me escucha.
Me levanto hoy
Por medio de poderosa fuerza, la invocación de la Trinidad,
Por medio de creer en sus Tres Personas,
Por medio de confesar la Unidad,
Del Creador de la Creación."


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 Esten siempre gozosos.
Oren sin cesar.
Den gracias en todo, 
porque esta es la voluntad de Dios 
para con vosotros en Cristo Jesús. 

(1 Tesalonicenses 5:16-18)

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Ilustración de: Irena Sliwinski