martes, 29 de julio de 2014

Así se nos va la vida.

A menudo llega a las reuniones de nuestra Comunidad con "cara de pocos amigos".
Siento compasión por ella, una mujer distante, amurrada, sola, gris. 
La saludo con una sonrisa que de a poco desaparece, casi me avergüenza ser cordial.Sus primeras palabras son para quejarse por el clima, las enfermedades, el gobierno, la locomoción, los vecinos, etc.
Tal vez ni le interesa mi saludo, que la compadezca o que la entienda.
Y no la entiendo, esa es la verdad, la sicología es una ciencia que ignoro.

¿Por qué hay seres humanos que se quejan por todo?
¿Es una manera de llamar la atención?
¿Es la resultante de una infancia infeliz?
¿Han sido maltratados más allá de sus fuerzas?

 O simplemente se plegaron a la mayoría, la queja, institución nacional. 




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"No se quejen" 



Santiago 5:9


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(Viñeta de lanación.com.ar)

lunes, 21 de julio de 2014

Torta de merengue y lúcuma.

Cada vez que enfermaba -especialmente en invierno-, mamá llegaba de su trabajo con un trozo de torta. 
Mamá murió hace unos años y con el invierno ha llegado el resfriado. 
Mi Padre no deja los detalles al azar (por cierto, es un decir, no creo en el azar) 

¿Por qué somos objeto de amor? 
¿Por qué se nos ama? 
¿Por qué el Padre se preocupa de nuestras vidas mínimas? 
El asombro me sobrecoge. 
El asombro y la gratitud. 

Estoy consciente de la desgracia universal, la condición deteriorada de muchas mujeres, el abandono de niños, la desventura de muchachas en la flor de la vida. 
Personas a las que destruyen sin misericordia. 

¿Merezco este amor si –al igual que miles - no he hecho nada? 
Toca el timbre. 
Mi amiga Xim extiende sus manos y me abraza. 
Luego abre la cajuela del auto y me alarga un albo paquete, la miro con un gran signo de interrogación. 
-Tú sabes que te aprecio, dice y vuelve a abrazarme. 
Como las brisas cálidas del invierno, como el Raco que baja de Los Andes y bendice la ciudad, ella llega a mi puerta con el regalo de sus manos. 
-La hice yo, me explica. 
Sus manos maravillosas endulzan la vida de otros (y a mi). 

Cierro la puerta y recuerdo al apóstol: “Pero Dios, cuya misericordia es abundante, por el gran amor con que nos amó, nos dio vida junto con Cristo, aun cuando estábamos muertos en nuestros pecados (la gracia de Dios los ha salvado), recuerdo a Lope de Vega: “¿Qué tengo yo que mi amistad procuras?/ ¿Qué interés se te sigue, Jesús mío …” recuerdo las veces que Xim ha llegado, siempre con una sorpresa.

Coloco el paquete sobre la mesa, descubro su esplendor y tomo esta imagen. 
La eternidad en un clic.
Y escribo.
Escribir es mi forma de agradecer, un homenaje que puedo dar por la amistad. 

Y mi oración de cada día por ti, Xim,   "¡Que el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia!   
¡Que el Señor alce su rostro sobre ti, y ponga en ti paz!"





sábado, 12 de julio de 2014

Trabajo productivo.

La mujer que nos recibe es pequeña. 
Alguien podría pensar –a primera vista- que es frágil y dulce. 
Pero no. 
Cuando habla lo hace con pachorra, fuerte, acostumbrada a pronunciar órdenes y que se cumplan. 
Domina su tema. 
No en vano dirige un hogar de rehabilitación para mujeres adictas. 
Mujeres golpeadas. 
Abusadas. 
Enviciadas. 
Mujeres que han tocado fondo. 
Lo han perdido todo, menos esa chispa que tiene todo ser vivo, la esperanza. 
A eso se aferran. 
El día es gélido, ellas amasan, el hogar tiene un agradable olor a pan recién horneado. 
Unas decoran la mesa para el almuerzo, otras miran un video para ensayar una obra de teatro. 
-Es para presentarla cuando vengan nuestras familias- explican. 
Jóvenes, algunas hermosas a pesar de la complicación con las drogas, todas tienen esa mirada propia de los que buscan una palabra, como los cervatillos en la espesura del bosque. Una mirada indefinible, reflejo de sufrimientos atroces, de terrores, ofensas, humillaciones, prejuicios. 
Oramos juntas. 
Por primera vez comprendo la solidaridad de género, como si fueran hermanas, como si hubiéramos tenido una infancia común, los juegos, la escuela, la lumbre de un hogar de clase media en una ciudad del Sur, mojadas por la lluvia interminable o perseguidas por el viento helado de la costa. 
Familiares ellas a mí y yo a ellas, conversamos largamente de lugares comunes. 
A la hora de la despedida prometo volver, prometo escribirles. 
¿Qué será de ellas cuando cumplan el siclo? 
¿Volverán a sus hogares, al mismo barrio, al mismo marido, a las amigas que las llevaron a la disipación? 
¿Volverán a transitar el mismo camino que las trajo a este punto? 
¡Dios!, que tanto trabajo y recursos invertidos no sean vanos, infértiles o desperdiciados. 
Por el contrario, crezcan como lo prometiste “a ciento por uno”. 




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Las semillas que cayeron en la buena tierra 
representan a los que de verdad oyen
 y entienden la palabra de Dios, 
¡y producen una cosecha 
treinta, 
sesenta 
y hasta cien 
veces más numerosa de lo que se había sembrado! 


Mateo 13:23 (NTV) 

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