domingo, 7 de julio de 2013

Final feliz.


Pusieron sobre sus manos
Una cestilla con flores
-manos delicadas que cultivaron vidas-
Rosas escogidas, coloridas prímulas
Un pequeño hibisco
Pero no había fuerzas
Para admirar los colores
Ni necesidad de belleza
Con esfuerzo levantó los ojos
En su rostro la última sonrisa
Ángeles custodiaron su alma
Hasta la curva final.

La vi morir sin quejas y recordé aquellas palabras del salmista:  "Preciosa es a los ojos del Señor, la muerte de sus santos". 
Cantamos en su funeral, como los que entonan canciones en las noches, cantamos para no sentirnos solos, porque la muerte huye de las alabanzas (pensamos en nuestra mente infantil), porque tenemos pena y la música es un bálsamo o porque es la tradición para despedir los que amamos. 
 
A ella no le sucedió como la historia aquella, Dios dignifica a quienes lo aman y le sirven. Los jóvenes sacaron sus guitarras, uno vino con la flauta traversa, una señora mayor trajo su acordeón. La música sonó toda la noche, en la profunda oscuridad la casa toda iluminada fue un testimonio de nuestra gratitud. 
Ella no era particularmente hermosa. 
Ni tuvo mucho dinero, más bien de vida modesta. 
Ni procreó una gran familia. 
Ni predicó fogozos sermones o grandes conferencias.
Nunca apareció en los periódicos ni en titulares de televisión. 
Recatada y sencilla. 
Sin embargo vinieron de lejos a despedirla. 
Su profundo amor ahondó en el corazón de muchos. 
Su profundo amor  por Dios, por la vida, por el prójimo. 



3 comentarios:

Anónimo dijo...

He visto muchas de esas muertes.
Aunque son tristes, también gloriosas.
Saludos de Chillán.

Fernando dijo...

Qué bonito, Ojo Humano.

Nunca se me hubiera ocurrido llevarle flores a alguien que se está muriendo.

ojo humano dijo...

Gracias Anónimo (Chillán es una linda tierra).
***

Así fue, Fernando, ella amaba sus flores y se las llevaron para que las admirara. Las había cultivado con dedicación.