martes, 28 de noviembre de 2017

Primavera indecisa.

Estos son tiempos extraños, la primavera no quería llegar a la cita, un día sí, otro día no, damisela sobre tacones, vacilante y turbada.
Lluvia, sol, calor, frío polar, todo en un paquete, camiseta, suéter de lana, pantalón, pollera, paraguas.
De pronto el milagro, exultante la buganvilia levanta sus colores al cielo, el prado verde-amarillo obstinado, las  mariposas vuelven cada año, juegan y danzan felices.
Los zorzales nos regalan el mejor concierto del año.
El limonero se levanta de madrugada,  sus azahares perfuman todo el barrio.
Hasta el humilde romero se apega a su vecina, erguido en su pequeñez.
Y yo,  vuelvo a vivir.




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"Alaben al Señor desde la tierra, 
ustedes, criaturas de las profundidades del océano,
el fuego y el granizo, la nieve y las nubes, 
el viento y el clima que le obedecen,
ustedes, las montañas y todas las colinas, 
los árboles frutales y los cedros,
los animales salvajes y todo el ganado,
los animales pequeños que corren por el suelo y las aves,
los reyes de la tierra  toda la gente, 
los gobernantes y los jueces de la tierra,
los muchachos y las jovencitas, 
los ancianos y los niños.
Que todos alaben el nombre del Señor, 
porque su nombre es muy grande; 
¡su gloria está por encima de la tierra y el cielo! "

 Salmos 148:7-13

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jueves, 23 de noviembre de 2017

Último viaje.

Todos se fueron.
Hoy el último.
Quedamos tú y yo en la gran manzana
Ah, sí, las aves que regresan cada año
Y han preparado sus nidos
Los mirlos que hurgan restos en la pizzería
Los buses van repletos de rostros cansados
Pies dolidos, corazones rotos
Nunca dejan de moverse
El silencio les es negado
Todos se van
Obligatorio es tener un boleto
Yo espero en la puerta.


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"Ustedes ya conocen el camino para ir adonde yo voy 
Dijo entonces Tomás: 
―Señor, no sabemos a dónde vas, 
así que ¿cómo podemos conocer el camino?
 ―Yo soy el camino, la verdad y la vida —le contestó Jesús—. 
Nadie llega al Padre sino por mí. 

Evangelio de Juan 14:4-6
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Recordé esta antigua canción:

 


martes, 21 de noviembre de 2017

En el día de elecciones en Chile.

Acudo a votar el pasado domingo.
De tarde, porque no dejaré el estudio dominical matutino por otras tareas.
Elecciones de Presidente (a), Diputados y Cores.
Las filas son enormes.
Afortunadamente en mi mesa la espera es breve, los votantes asistieron de madrugada.
La persona a mi lado es una anciana –me dice que tiene 81- y se confiesa Católica observante, de la Comunidad de Monte Carmelo.
La escucho con cara de interés.
Por primera vez encuentro una persona ultra religiosa, me provoca curiosidad. Explica con algunos detalles que la Virgen María estuvo en Chile y que nadie creyó las apariciones, que dejó algunas indicaciones de buen vivir y de oración por el país.
Me cuenta de una misionera –colombiana- que fue al infierno y regresó a cumplir una misión de advertencia. Lamenta la situación de descreimiento de la población joven y asegura que eso nos llevará a un castigo seguro.
Me gusta esa certeza profunda.
Me pregunta si soy católica, le respondo, evangélica. Me da una reseña de Lutero y de la historia, ecuménica ella para nada, solo la Iglesia Católica salva. Si no tienes los sacramentos estás perdido. La oigo y recuerdo las palabras del apóstol Pedro en su primera carta "Si alguien les pregunta acerca de la esperanza que tienen como creyentes, estén siempre preparados para dar una explicación;  pero háganlo con humildad y respeto".
Pienso que cada cristiano (y yo) debería dar testimonio de su fe con la convicción de esta anciana.
Nos llaman pronto a sufragar, se aleja del brazo de su hijo conversando cariñosamente.
(Por cierto, Google nos dedicó un doodle)




jueves, 16 de noviembre de 2017

Aprender a estar enfermos.

No nos gusta ninguna enfermedad.
Nos disminuye.
Duele.
Nos priva de placeres.
Nos pone de mal humor.
La vida cambia radicalmente.
Mi amiga Isa. sufre la enfermedad de Crohn.
Liz quedó ciega a sus 27 por el lupus.
Vero vive con dolores musculares generalizados.
El hermano de Ri postrado con sida.
Mamá murió de cáncer.

Pienso en Jesús que sana.
La Iglesia en general (evangélica) cree en la sanidad divina y la proclama.
Pienso en Jesús a la orilla del estanque de Bethesda, lleno de enfermos. Solo sana al paralítico. ¿Por qué solo uno? ¿Era más merecedor que los otros? 
Y no hablemos de las expectativas que  se generan acerca de Dios, siderales, como si Él estuviera obligado a mantenernos sanos “ad infinitum”, mientras le damos al cuerpo como “bombo en fiesta”.

Pienso en aquellos que son sanados ¿llegan a ser más fieles y comprometidos con su fe? ¿Son más agradecidos y felices al recibir un milagro?
Pienso en los que no son sanados y deben desarrollar la paciente espera, en especial el sistema público, siempre saturado.

Hago observaciones personales acerca de las motivaciones para mantenernos en la media de los niveles (léase glicemia-hipertensión-colesterol)  y me doy cuenta que cada uno somos un mundo y necesitamos recetas distintas, nuestro cuerpo responde a estímulos tan diversos que apenas estoy empezando a entender algunas cosas.

Una candidata sostiene que sanos o muertos, porque nuestro sistema de salud es insostenible, faltan especialistas y todo se soluciona con un pararetamol o una caja de ibuprofeno.
Promete reformas, otros antes que ella prometieron lo mismo, una vez en el gobierno se dan cuenta que el problema era más complejo y difícil de solucionar y volvemos a dar pastillitas.

No sé si deberíamos entregarnos, levantar las manos y rendirnos, perder una lucha agotadora, quedarnos quietos y esperar que el cuerpo se defienda en lugar de amargarnos.
Mi amigo Fe sostiene que tenemos la capacidad de sanarnos con ejercicio, harta agua y ocio (¡vaya!).
No sé.
Seguiré estudiando y experimentando, como dijo un antiguo presidente "en la medida de lo posible".




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"Recorría Jesús toda Galilea, 
enseñando en sus sinagogas, 
proclamando la Buena Nueva del Reino 
y curando toda enfermedad 
y toda dolencia en el pueblo." 
Mateo 4:23 

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Ilustración: El ángel herido 
Hugo Gerhard Simberg

lunes, 13 de noviembre de 2017

Como monos porfiados.

Nos hablaron de los beneficios de memorizar.
Nunca memorizamos.

Nos enumeraron latamente las gracias de la comida sana.
Volvimos a comer chatarra.

Nos mostraron los peligros de conducir bajo la influencia del alcohol.
Dijimos que con una copa en el cuerpo conducíamos mejor.

Nos revelaron el agrado por la buena lectura.
Abrir un libro se nos hizo un arduo trabajo.

Ahora –pasados los años- sufrimos Alzheimer.
Diabetes.
Hipertensión arterial.
Infartos mortales.
Obesidad mórbida.
La muerte cada fin de semana “hace su agosto” en las autopistas.

En esta pasada los chilenos hemos reprobado de curso.


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 Dice Dios:
"Yo los atraje a mí con cuerdas humanas, 
¡con cuerdas de amor!
 Estaban sometidos al yugo de la esclavitud, 
pero yo les quité ese yugo y les di de comer.
Pero no quisieron volverse a mí."

(Profeta Oseas 11:4-5)


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(Fotografía de moais, Isla de Pascua)

lunes, 6 de noviembre de 2017

Beber o no beber.

Bebo mate.
Bebo té.
Bebo leche sin lactosa.
Bebo agua, con gas y sin gas.
Bebo infusiones de hierbas (léase menta, paico, melisa, rosa mosqueta).
Bebo café de higo y trigo, una mezcla tostada, exquisita.
Bebo jugos de fruta.
Bebo leche de almendras.

Dejo de beber mate por razones digestivas.
Dejo de beber té, un doctor naturista dice que inhibe la acción del hierro.
Retomo el mate, la fuerza del placer se impone, reconozco mi debilidad.
Bebo té masala, cuando una amiga me invita. Nunca tan fome ¿no? Hacer un desaire no es estiloso ni educado.
Me abstengo de bebidas espirituosas, motivos sobran.

Mi tío Enrique sostenía que “entre beber y no beber, es mejor beber”, razón por la que “empinaba el codo” cada fin de semana, llegaba a casa arrastrando los pies, gracias a Dios no tenía documentos de conducir. Alguna vez llegó en una patrulla de carabineros, mi madre roja de vergüenza.
No podemos vivir sin beber.
El quid está en qué consumir.
Y si alcohol ¿no sería de sabios pasar las llaves o volver en uber?

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 "Y en el último día, el gran día de la fiesta, 
Jesús puesto en pie, exclamó en alta voz, diciendo: 
Si alguno tiene sed, que venga a mí y beba
 El que cree en mí, como ha dicho la Escritura: 
“De lo más profundo de su ser brotarán ríos de agua viva.” 
 Pero El decía esto del Espíritu, 
que los que habían creído en El habían de recibir;..."

Evangelio de Juan  7:37-39

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jueves, 2 de noviembre de 2017

Conmemoraciones y verdades.

"Yo Soy la Verdad"
(Jesús).
Escucho la pregunta en un programa de radio, “y ¿qué es la verdad?", refiriéndose  a las últimas noticias mundiales.Disquisiciones más, disquisiciones menos, ninguno de los tres locutores puede definirla y se van en chanza, cada uno pone su cuota de humor y risas sin llegar a ningún puerto (por decirlo de alguna manera).
En Septiembre y Octubre se acumulan conmemoraciones de índole diversa.
Los medios informativos desempolvan viejas historias de revoluciones, reformas, torturas, crímenes, enjambres de incertezas que pretenden acercarse a verdades definitivas. Como si cada año se fuera avanzando en un laberinto interminable de verdades colectivas en asociación con las personales.
No comprendo ese afán por desenterrar muertos.
¿Es el pasado una escuela?
Como mi amigo bloguero Fernando comenta “Como habrá leído, la región española de Cataluña ha iniciado el proceso para independizarse. Se da por supuesto que va a haber violencia por ambos lados. ¿Es que nunca aprendemos de nuestra historia?”

¿Qué tan verdadera es la realidad colectiva o personal?
¿No es una interpretación de acontecimientos que pasados los años vamos recreando?
El día de ayer, alegre y triste feriado dedicado a “todos los santos” del mundo será contado (y tal vez cantado) desde las diversas miradas. Para unos fue un descanso a mitad de semana, para otros un trabajo ganancioso en los cementerios. ¿Quién puede abarcar la verdad de un solo día en la historia, aun si este fuera el 18 de septiembre de 1810 o el 31 de octubre de 1517?

“La ley fue dada por medio de Moisés, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo. A Dios nadie lo vio jamás; quien lo ha dado a conocer es el Hijo unigénito, que está en el seno del Padre.” Evangelio de Juan 1:17-18 Jesús mismo lo afirma “yo soy la Verdad”.
Si toda nuestra vida está ajustada a su Palabra y a Su voluntad sin duda no andaremos deambulando con medias verdades o navegando en ficciones.
Encontramos un centro real en Jesucristo para vivir la certeza de cada día, de otra manera todo se vuelve "inamible".  Eso.