jueves, 29 de agosto de 2013

¿De qué hablan las mujeres?

Me asalta esta pregunta ¿de qué hablan las mujeres? 
La primera opción, sin ninguna duda: los hijos. Cuando son pequeños exhiben sus “gracias” como si fuese un mérito personal. De mayores sus triunfos como alumnos o profesionales. “Mi hijo es médico”, se ufana una. Si son tarambanas “ay, cómo me hace sufrir”, se quejan. 

El segundo tema, los nietos (si los hay). Lo encantadores, inteligentes y graciosos, para una abuela todo nieto es la octava maravilla del mundo (tal vez lo sean). 

Por último, el marido. Si es bueno se apropian de el crédito, “gracias a mi es lo que es”. Si es un desastre, ay, mejor no encontrarse con una en las tardes de quejumbre. 

Mi amiga Angie tiene 16 años. Somos hermanas de fe y colegas en la escuelita de la iglesia, ella hace clases a los pequeños, yo a los mayores. No habla de otros, ni de sus padres o sus hermanos. A veces nombra alguna amiga del cole, tangencialmente. 
¿De qué hablamos ella y yo? 
De sus sueños, de la belleza, de las profesiones, la creación, cuándo volverá Cristo, a veces compartimos recetas –le encanta cocinar-, libros, sí, hablamos de libros, de blogs, mucha música. 
Definitivamente hay mujeres que procuran una vida en crecimiento. No sé si es mejor o peor poner el corazón en los hijos u otra familia. Un hijo se va del hogar. Los padres deciden el itinerario de los nietos. Los maridos pueden irse con otra –sucede a menudo-, el centro de la vida está en otra parte, definitivamente. 
Eso.



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Porque donde esté tu tesoro, 
allí estará también tu corazón.  


Lo dijo Jesús en Mateo 6

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sábado, 17 de agosto de 2013

Cruzar la calle.

“Instrucciones para subir una escalera” escribió el argentino Julio Cortázar. 
Por estos días (si estuviera vivo) tal vez escribiría otras, por ejemplo "instrucciones para cruzar una calle", cosa nada fácil y que se presta a mil sutilezas. 
En este fin de semana largo -con viernes sándwich incluido-, ya van más de 13 fallecidos por imprudencias al cruzar o conducir en estado de ebriedad. El peatón chileno es una especie de kamikaze vial, aunque el conductor borracho le hace la competencia en imprudencia y tontería. 
He visto personas lanzarse a un paso cebra sin siquiera mirar, provocando desde bruscas frenadas hasta violentas colisiones. 
Un muchacho del barrio me dice, el peatón tiene  “derechos” y esta última palabra la recalca con decisión. 
Sí, le respondo, pero a veces es preferible perder un “derecho” antes de terminar en la Posta con los huesos rotos. 
-En ese caso me tienen que pagar todo”, refuta. 
-Ya, ¿y quién te vuelve a renovar el cuerpo fracturado? 
Ay, Cortázar, necesitamos los oficios de un buen escritor, tal vez así podríamos aprender sabiduría en algo tan elemental que hasta los perros callejeros saben hacer. 




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Clama la sabiduría en las calles; 
en los lugares públicos levanta su voz. 
Clama en las esquinas de calles transitadas; 
a la entrada de la ciudad razona. 

(Proverbios 1:20-21 NVI)


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domingo, 11 de agosto de 2013

Atávica.



Todo iba bien en nuestra naciente amistad.
Ella obedecía, a veces hablaba en un idioma ininteligible, como si dudara entre acercarse con afecto o lanzar algún zarpazo, resabio de su vida callejera.
La alegría de tenerla en casa superaba el descubrimiento de una que otra mirada siniestra.
Todo iba bien hasta que llegó a mi cocina con un zorzal colgando de su boca.
La perdoné regañándola severamente. Salió farfullando algo que no logré comprender, por cierto, no fue nada amable.
Al día siguiente mató una paloma que se descuidó. La trajo a modo de presente. La sangre corrió en un hilo delgado por las baldosas recién pulidas. No fue suficiente mi rechazo, ni los gritos, ni los enojos.
El instinto asesino jamás ha disminuido, ni con cariño, ni reprimendas o amenazas.
Tiemblo cuando alguna tórtola baja al jardín, me estremezco al observar los zorzales, confiados en su vuelo de altura, pero bastará un descuido y terminarán tiesos.
Es terrible esta disyuntiva.
Matarla no puedo.
Desterrarla tampoco
¿Qué sería de ella cuando sufrió tanto botada en la calle?
Es gata, me digo, quizás con el tiempo logre domesticarla.
Mientras eso sucede cuido que no le falte alimento, ahuyento las palomas o los zorzales cuando los veo cerca...
Somos parte de una naturaleza voraz, aunque el metal o el  cemento trata de cubrirla con enormes edificios, nace y renace entre las raíces, entre los dientes, en el corazón.

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 Dios hizo toda clase de animales salvajes, 
animales domésticos 
y animales pequeños; 
cada uno con la capacidad de producir crías de la misma especie. 
Y Dios vio que esto era bueno.


Génesis 1:25


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(Fotografía de F.S)


sábado, 3 de agosto de 2013

Tiempo de contrastes.

Un amigo, fotógrafo él, repara en mi forma de tomar fotos, que está saturada y algunos detalles técnicos. Reconozco que no tengo escuela, apenas soy una aficionada (espero mejorar), pero de alguna manera quiero que el aromo brille, aunque la realidad supera con creces las imágenes.

Más aún cuando en esta época del invierno todos los árboles exhiben sus ramas desnudas,  el aromo alegra a cuantos pasan por el lugar. Dios lo ha creado para nosotrso y le agradecemos cada día por el perfume, el amarillo reluciente y la forma exhuberante.


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“La lluvia y la nieve descienden de los cielos
y quedan en el suelo para regar la tierra.
Hacen crecer el grano,
y producen semillas para el agricultor
y pan para el hambriento.
Lo mismo sucede con mi palabra.
La envío y siempre produce fruto;
logrará todo lo que yo quiero, 
y prosperará en todos los lugares donde yo la envíe.
Ustedes vivirán con gozo y paz. 
Los montes y las colinas se pondrán a cantar 
y los árboles de los campos aplaudirán. 
Donde antes había espinos, crecerán cipreses; 
donde crecía la ortiga, brotarán mirtos. 
Estas cosas le darán gran honra al nombre del SEÑOR; 
serán una señal perpetua de su poder y de su amor.” 


Dios lo dijo por boca del profeta Isaías 55:10-13 (NTV)

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Señor, yo quiero ser un árbol que dé buen fruto, que alegre la vida de otros, que cumpla el propósito para el que fui creada ...que se dé honra a tu nombre.