viernes, 20 de abril de 2018

Crítica.

"Los amigos se vuelven más sabios juntos a través 
de un saludable choque de puntos de vista". 
Timothy  Keller

Creí que era inmune a la crítica.
Craso error.
Todavía tengo la piel frágil, todavía duelen palabras que no deseas escuchar.
¿Cómo tomar la obvia señal de desaprobación, más aún cuando viene de alguien querido?
No sirven los discursos con los que –interiormente- te justificas.
¿Qué hacer en los momentos post? ¿Darse por ofendida? ¿Mostrar indiferencia? ¿Recurrir a una retahíla de reproches por cuestiones pretéritas? ¿Contraatacar con argumentos, como decimos en Chile “sacarle los trapitos al sol”?

Es otoño.
En otoño nadie debería ofenderse.
La brisa es suave, el color sepia invade todo el paisaje, los árboles muestran sus debilidades sin pudor, la fragilidad da la cara ¿por qué sentirnos amenazados si la tierra se muestra tan vulnerable?

Doy una vuelta al pensamiento inicuo que pide desquite ¿y si tiene razón? ¿Y si estoy equivocada?
Camino al atardecer, las sombras se alargan entre las baldosas, van desapareciendo a medida que llega la oscuridad, las luces de la ciudad pacifican los ánimos, de noche –dicen- todos los gatos son pardos, se diluye la irritación, llega la cordura, las palabras del sagrado libro invaden el paisaje “…de modo que se toleren unos a otros y se perdonen si alguno tiene queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes.”

Y mi corazón está en paz otra vez.



4 comentarios:

Silvia Parque dijo...

Esas palabras pueden poner el corazón en paz y hacer surgir el remordimiento.

ojo humano dijo...

Cierto, Silvia.
En mi caso me cambió algunas conductas, en principio duele pero ha sido un buen aprendizaje.
En Chile decimos "agachar el moño" cuando una debe reconocer que algo no está tan bien como se creía.
Buen fin de semana.
bendiciones.

Fernando dijo...

Me alegro mucho, Ojo Humano. Nunca hay que olvidar la parábola del señor que debe mucho dinero a su rey y al que un compañero le debe poco dinero.

Y sí, es duro que los demás nos digan los defectos o los errores. Aunque nosotros mismos los conozcamos, siempre damos una disculpa, un toque comprensivo. Por eso es tan duro cuando los demás nos dicen las cosas crudamente, sin veladuras.

ojo humano dijo...

Sí, Fernando. En estos días nuestro pastor habló justamente de esa parábola, muy didáctica y terrible.
En general no guardo rencores porque la gracia de Dios me ha dado una corta memoria.
Solo que al momento de la crítica te pica el ego que uno creía un poco domado.
Por cierto, hay un otoño maravilloso. No se puede estar peleado con nadie cuando este tiempo es tan agradable y nos brinda tantas bendiciones.
Saludos.