viernes, 26 de julio de 2019

La belleza está en todas partes.


No hay por qué estar triste
La poesía cumple su función como cualquier titular de papel o digital. Ni más ni menos.
Se lee poco, no tengo quejas contra eso, también se escucha poca música (se ha puesto de moda el reggaetón, más que música parece un cúmulo de discursos), se danza mucho menos (los bailes modernos parecen clases de aeróbica) y convengamos, las bellas artes pareciera que están en decadencia. Las profesiones favoritas al momento de elegir una carrera universitaria son ingeniería, medicina, arquitectura, obviamente las más rentables. 

La vida es más que un partido de futbol, más que un gol gritado a todo pulmón o un recorrido por el retail hasta agotar la tarjeta de crédito; más que una cuenta bancaria con varios ceros a la derecha, infinitamente más.
La poesía está en todos lados, la belleza te asalta en todas las esquinas, ves una madre que pasea a su bebé dormido y en esa calma sientes que brota su perfume cálido semejante a un cuadro de Monet, un poema de Yeats o la música de las 4 estaciones, Vivaldi incluido.
Obstruir la belleza es como el deseo de ese cielo de otoño que lucha por impedir la luz del sol  con nubes que vuelan de un lado a otro creando dimensiones sorprendentes.


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Todo está bien en su momento oportuno. 
Pero si bien 
Dios ha plantado la eternidad 
en el corazón de todo hombre y mujer, 
el ser humano es incapaz de una plena visión 
de la obra de Dios de principio a fin.

 Eclesiastés 3:11

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viernes, 19 de julio de 2019

Aprender a escuchar.

En esto de las relaciones sociales las cosas se han puesto un poco cuesta arriba.

Le contaba a mi amiga Silvia de aquel día cuando  Juan le preguntó a mi amiga S. cómo estaba su marido, hubo un largo silencio, hacía dos años que se habían divorciado.

Por educación se saluda y la natural pregunta ¿cómo está? nos permite introducirnos en un momento grato (es lo que creía). Nuestra interlocutora gruñe o se pone a llorar como Magdalena, depende del grado de confianza o de estrés con el que ande la persona.

Le pregunté amablemente, con cortesía y se le nublaron los ojos, venía del doctor y le había diagnosticado una enfermedad terminal. Me quedé sin palabras y mentalmente traté de hallar en mi diccionario las expresiones de consuelo más adecuadas.
Cuesta.
Puedes escuchar las más inverosímiles historias, que le robaron la cartera en el supermercado, que descubrió al hijo adolescente fumando  marihuana, que la operación de rodilla fue horrorosa porque le pusieron solo la epidural, que acaba de pasar un susto al cruzar la calle, casi la atropellan, ¡madre! ¿quién me manda a hacer la pregunta tan inocente "¿cómo esta"?

Pero no escarmiento.
Vengo a ser como un paño de lágrimas y me estoy entrenando con herramientas cognitivas, Palabra de Dios y ayuda solidaria del cielo.
Porque me he dado cuenta que las personas están solitas, nadie las escucha en sus penas, pagar psicólogo no está a su alcance  y ni siquiera saben rezar. Una buena conversación con el Padre Celestial a nadie le va mal, de eso no hay duda, pero hay personas que me han dicho "es que hace tanto tiempo que no me acuerdo de Dios".

He descubierto que tengo "buena oreja" y me he propuesto oír cuando se está en el  Banco y hay un largo tiempo  para que llamen el número que nos ha tocado, en  la fila del súper o en el trayecto tedioso del microbús, esperas largas  donde se puede compartir una buena conversa.

Pienso en las caracolas de la playa, las colocábamos en nuestro oído y escuchábamos el mar.
Eso nos hacía felices.
Quisiera dar esa paz a los oyentes. Palabras de consuelo, de esperanza, de empatía.
Tal vez solo necesito afinar el oído con un poco de paciencia.


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Oh Señor, escucha mi oración, 
y llegue a ti mi clamor. 
No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia; 
inclina hacia mí tu oído; 
el día en que te invoco, respóndeme pronto. 

Salmos 102:1-2

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viernes, 12 de julio de 2019

Cruzar con rojo.

En mi calle han colocado un nuevo semáforo peatonal.
Sin duda, muy superior a los pasos de cebra que nadie respeta, ni los peatones que atraviesan mirando su celular, ni los automovilistas que andan siempre apurados.
Un semáforo viene a poner orden.
 Se supone.
Pero nunca faltará uno “más papista que el Papa” y se arriesgará a cruzar con luz roja.
Ahí es donde las bocinas llenan el ambiente como insultos en esperanto.

Cruzo con el resto de las personas-oveja, ordenadamente con luz verde, me pregunto cuál es la diferencia de unos mínimos segundos de espera.
Todos mis huesos intactos lo agradecen.
Y eso es una gran diferencia.



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 Denle a cada uno lo que le corresponde. 
Al que deban pagar contribuciones, 
páguenle las contribuciones; 
al que deban pagar impuestos, 
páguenle los impuestos; 
al que deban respeto, 
respétenlo; 
al que deban estimación, estímenlo.

Romanos 13:7
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