Debo estar diciendo esto con un suspiro
De aquí a la eternidad:
Dos caminos se bifurcaban en un bosque y yo,
Yo tomé el menos transitado,
Y eso hizo toda la diferencia.
Robert Frost)
La mañana azul adornaba con una sombra encantadora su figura vestida con solemnidad, camino directo al Registro Civil.
Era el día de su boda.
Frente al juez esperaba aquel hombre que aceptaba una mujer-madre con su hija de dos años a cuestas.
Para aquella cultura un hombre así era de una particular nobleza y mi madre supo que no hallaría otro de esa calidad.
Caminó bordeando la sombra matutina, solo quedaba un breve tramo y saldría del lugar con una flamante libreta de casada que borraría el estigma de madre soltera.
Titubeó un momento.
Se detuvo en una banqueta y descansó.
Miles de imágenes llenaran su cabeza.
El hombre nunca miraba a su niña.
Nunca le trajo un regalo.
El hombre ignoraba esa pequeña persona.
Ni una vez la llamó por su nombre.
El hombre querría hijos propios.
Su niña sufriría el desaire de los hijos legítimos.
Se paró, arregló su vestido y desanduvo el camino.
Eligió el camino más difícil, el insulto, el menosprecio, la ofensa legal de cualquier comadre de barrio.
Todo aquello sería soportable si su hija era feliz.
Y lo fue.
Cada decisión define el futuro, si mi madre hubiera elegido firmar un contrato, un hogar legalizado, una familia, mi vida hubiera sido absolutamente otra, una vida paralela se quedó en suspenso en aquella mañana azul.
Lo que otros eligen es nuestra vida, lo que elegimos nosotros es la vida de otros hasta varias generaciones.
Dios honró a mi madre (Q.E.P.D.) porque eligió el camino menos transitado.
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Dios dijo:
«Verdaderamente te bendeciré
y te daré muchos descendientes».
Hebreos 6:14
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