El tesoro por el cual un hombre compra
El campo donde fue escondido-
Éste es el campo donde yace el tesoro
Anhelo por él no debiera faltar.
La perla por la que un hombre
Entrega todas sus posesiones mundanas:
Si en la tierra donde yace la buscara,
Aquí, gratis, la encontraría.
Giolla Brighde
Había soñado tantas veces con aquellos rostros morenos que le pedían una palabra de esperanza; sabía que ese era el camino y se animó a vivir como extranjero toda su vida.
Quería ir a una selva que desconfiaba del forastero, abrir senderos donde no había siquiera una traducción del archiconocido Juan 3:16.
Coincidimos en aquel seminario; lo observo desde lejos. Sus jóvenes oyentes parecen deslumbrados por el fuego de sus palabras, la intensidad en la mirada, ademanes decididos en las manos angulosas, la sonrisa breve, a modo de un profeta antiguo-testamentario.
Cuando escribo estas líneas recibo noticias de aquellas tierras, el hombre ha sido llevado a un hospital, tendido en una camilla, fiebre alta, dolor, debilidad. La familia en Chile solicita oración.
Aparentemente solo.
No, no está solo, lo rodea una gran multitud de testigos invisibles, miles de fervientes oraciones se elevan por su salud; yo también estoy ahí, cada uno de nosotros sabemos que el Dios que lo tomó por mensajero puede levantar aun los muertos.
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Por tanto, todo el que invoque
el nombre del Señor se salvará.
Ahora bien,
¿cómo van a invocar a aquel en quien no creen?
¿Y cómo van a creer en él si no han oído su mensaje?
¿Y cómo van a oír su mensaje si nadie lo proclama?
¿Y cómo lo van proclamar si no son enviados?
Por eso dice la Escritura:
¡Qué hermosos son los pies
de los que anuncian buenas noticias!
Romanos 10:13-15
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