viernes, 24 de abril de 2020

¿Qué decimos nosotros de lo que somos? (V)

Tengo en mis recuerdos esta imagen: la tierra bailando con frenesí debajo de nuestros pies en el más grande de los terremotos;  las personas arrodilladas o de bruces golpeando su pecho y pidiendo misericordia a Dios.
Era niña, todavía no sabía del miedo y observé con curiosidad el momento.
Muchas iglesias se llenaron de fieles en las fechas posteriores, algunos permanecieron toda su vida, otros regresaron a sus antiguos hábitos. El miedo no es el mejor agente de transformación espiritual.

Por estos días los sociólogos, los analistas y escritores de columnas en periódicos de toda tendencia barajan sus posiciones, como prestidigitadores lanzando cartas. Llegado el fin de año ratificarán que sus deducciones era correctas (o no) y sacarán algún dividendo de ellas.
Unos dicen que Dios no interviene en los sucesos del mundo; otros que está todo escrito, algunos aseguran que habrá un gran avivamiento y los tecnócratas promueven el fin de una era de fe para entrar a una época donde las tecnologías tomarán el control. Abogan por un nuevo orden mundial, por fin seremos lo que nunca fuimos; así suma y sigue.
El ser humano necesita elucubrar; la incertidumbre lleva a teorizar y a crear futuros hipotéticos que tal vez nunca sucedan pero proveen cierto aire de sapiencia.
¿Pensaste alguna vez en los últimos años que estarías encerrado durante tres meses en cuarentena?
Yo no.
Ni en sueños.
La Peste del siglo XIV desembocó en el misticismo, un movimiento al interior de los hogares que produjo cambios sociales irreversibles. También en nuestra época sucederán cambios. Otros hábitos cotidianos, distinta manera de socializar, higiene prolija, uso personal de más tecnología, ¿habrá cambios en el alma y el espíritu humano? ¿Habrá una receptividad a la fe en Jesucristo?
¿Volverá el hombre a Dios o se volverá a sus antiguos ídolos?
Tengo una certeza, la Iglesia será más fuerte para trabajar en nuevos desafíos, no somos mejores ni peores que nuestros antepasados, sencillamente la certeza viene de la promesa de Cristo:  "edificaré mi iglesia y las puertas del infierno  no  prevalecerán contra ella."
Mateo 16:18


2 comentarios:

Susana dijo...

Ojalá que vuelva la gente a la Fe. Un beso

ojo humano dijo...

Es lo que deseamos los cristianos.
Así sea