viernes, 19 de junio de 2020

Granadas en invierno.


El pasado verano viajamos a comprar arbustos a un pueblo cerca de Santiago, famoso por la variedad de sus viveros llenos de árboles y plantas.
Adquirimos un boldo, laureles, crisantemos y dos pequeños granados de flor, tan decorativos siempre.
Elegimos buena tierra, un lugar apropiado y con paciencia esperamos los capullos anaranjados característicos de los granados “de flor”.
Vaya sorpresa cuando este pequeño y gracioso arbusto empezó a crear frutas.
Primero unas granadas incipientes que fueron tomando cuerpo hasta convertirse en un inesperado fruto con esos rojos dientes llenos de dulzura.
Tomamos las pequeñas granadas  con delicadeza y -como los antiguos-  dedicamos esos primeros frutos al Señor quien es el Creador y dador de toda gracia.
Cuando la muerte ronda las calles dejando tristeza a su paso, la naturaleza renace explosiva y radiante gritando  que nadie puede detener la fuerza de la vida, sea de flores, frutas o personas.


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Se encontrarán la misericordia y la verdad, 
se besarán la justicia y la paz. 
Desde la tierra brotará la verdad, 
y desde los cielos observará la justicia. 
Además, el Señor nos dará buenas cosas, 
y nuestra tierra producirá buenos frutos. 
Delante de él irá la justicia, 
para abrirle paso y señalarle el camino.

Salmos 85:10-13

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2 comentarios:

Susana dijo...

La vida sigue adelante. Un beso

ojo humano dijo...

Así es, Susana.
Y eso nos anima en lo que pasamos.
Que disfrutes un lindo verano