La ciudad donde matan cristianos.
La que los expulsa.
Una ciudad intolerante.
Un lugar en guerra, hambre y pobreza.
¿Qué será de ese lugar cuando el último hombre de Dios se extinga?
¿Morirá, Señor, toda esperanza de salvación?
La incredulidad es como el desierto que acosa permanente las cercanías de nuestras tierras, el agua escasea, el verde que brillaba bajo el sol luce mustio y sin energía. A veces el desierto avanza con rapidez, otras las siembras prevalecen y lo detienen. Los hombres ponen todo su empeño para conservar el verdor de las fronteras y habitualmente lo consiguen. Pero la decadencia, la impunidad, el fanatismo acechan la ciudad.
La ciudad que morirá (no lo permitas).
Ruego para que el Espíritu avive lo que queda de ella, rezo por los niños inocentes, las mujeres maltratadas, tal vez como a la antigua Nínive, Dios envíe otro Jonás.
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Y el Señor (Dios) le dijo:
«Tú
sientes lástima por la enredadera,
por la cual no trabajaste,
y a la
cual no hiciste crecer;
durante una noche creció,
y a la noche siguiente
dejó de existir.
¿Y
yo no habría de tener piedad de Nínive,
esa gran ciudad
con más de
ciento veinte mil habitantes que no saben distinguir cuál es su mano
derecha
y cuál su mano izquierda,
y donde hay muchos animales?»
Jonás 4:10-11
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