Xim, una amiga que elabora “exquisiteces” entra veloz con un paquete envuelto en papel
blanco. “Acabo de terminar un curso y te
preparé este queque de plátano”, me dice a modo de saludo.
¡Vaya!, no sé qué decir, me pilla desprevenida, pero mi
cara de alegría y el abrazo parece que son suficientes.
Que alguien piense en una, que le prepare algo y lo venga
a dejar (ni siquiera es mi cumpleaños), es puro amor de Dios que inspira actos afectuosos.
Me quedo quieta en la puerta, la mano alzada despidiéndola
mientras ella parte presurosa dejando una estela de perfumes.
¿Cómo no dar gracias al Padre por estos detalles de su
gracia?
Por cierto, el bizcocho sabía a cielo, húmedo, esponjoso
y con nueces, mis favoritas.
Oro por Xim:
“Y aquel que da semilla al que siembra,
y pan al que come, proveerá los recursos de ustedes
y los multiplicará, aumentándoles así sus frutos de justicia,
para que sean ustedes enriquecidos en todo,
para toda generosidad,
que por medio de nosotros produce acción de gracias a Dios.”
y pan al que come, proveerá los recursos de ustedes
y los multiplicará, aumentándoles así sus frutos de justicia,
para que sean ustedes enriquecidos en todo,
para toda generosidad,
que por medio de nosotros produce acción de gracias a Dios.”
2 Corintios 9:10-11
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