Ninguna duda, las adicciones son universales y traspasan toda clase social.
Las hay legales, ilegales, simples y fatales.
Todo puede suceder cuando se es incondicional de lo que sea.
Se puede una volver hasta coleccionista de una tendencia, sea culinaria, deportiva, política, intelectual o mística.
En mi caso, -lo confieso- mi debilidad es el pan.
Parece algo inocente, pero el doc de mi corazón me ha mandado a la nutricionista para que baje la ingesta de carbohidratos, “mejor es prevenir que lamentar”, me ha dicho con esa cara de
sabelotodo que ponen doctores cuando te dan un veredicto.
Mi pan de cada día, todos los panes del mundo, pan de campo, tortilla de rescoldo, la maravillosa
marraqueta, hallulla, bocado de dama, pita, de queso, croissant, dulcino, con aceitunas, con cebolla, arepa, negro integral, a la sartén, amasado con ajo, dobladitas, con semillas, cuadrado, redondo, rectangular, bollo, con cebollas como la
focaccia, baguette, de maíz, de arroz, el sorprendente
naan, todo vale.
Me invitan a una fiesta, ahí está una mesa con bocados deliciosos…de pan.
En un asado que se precie no puede faltar…el pan.
Desayuno, tostadas con mantequilla.
Onces, churrasca con queso o palta.
De noche, sopita de pan con cebolla y merquén.
Mi amiga Nona va a comer a los chinos (ellos solo sirven arroz) y lleva su pan en la cartera.
El pan es una devoción diaria, con su ritual de degustación incluido.
Por algún motivo nos decían de niños que “no debes botar el pan, porque es la cara de Dios”.
La meta, un pan al día.
¿Quién puede soportar ese racionamiento?
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32 Jesús les respondió:
—Les digo la verdad, no fue Moisés quien les dio el pan del cielo, fue mi Padre.
Y ahora él les ofrece el verdadero pan del cielo,
pues el verdadero pan de Dios es el que desciende del cielo y da vida al mundo.
—Señor —le dijeron—, danos ese pan todos los días.
Jesús les respondió:
—Yo soy el pan de vida. El que viene a mí nunca volverá a tener hambre;
el que cree en mí no tendrá sed jamás.
Pero ustedes no han creído en mí, a pesar de que me han visto.
Evangelio de Juan 6:32-36
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