miércoles, 20 de julio de 2016

Derroche de amor.

Dicen algunos científicos que cuando escuchamos música somos más felices.
Ninguna novedad, ya lo descubrieron los hebreos en el tiempo del rey David, cantante por naturaleza.
Señor, ¡toda mi vida te cantaré! Dios mío, ¡yo te cantaré salmos mientras viva! (Salmos 104:33)

Los evangélicos cantamos cada vez que nos reunimos. 
Me agrada oír las voces -yo entre ellas- y recuerdo que el Señor habita entre las alabanzas de su pueblo (Salmos 22:3)

Después de una reunión bien "musiqueada",  volvemos a casa más livianos, inspirados y dispuestos a enfrentar los avatares cotidianos.
La música nos provee cierto blindaje, una defensa natural, una alegría interior.

Les comparto una canción para alegrar el día: 





¡Gracias, hermano Alex!

 

2 comentarios:

Fernando dijo...

Qué bonita canción, Ojo Humano, en la música y en la letra. No entiendo nada de música pero a veces, en el estribillo, sonaba un poco como un tango. ¿Puede ser?

La música es muy importante en la liturgia. A mí me encanta cantar, aunque lo haga mal. Y también es instructiva: a veces, durante la semana, no puedo recordar de qué trataba la lectura de la Misa del domingo, pero recuerdo perfectamente las canciones que cantamos. Algo es algo.

ojo humano dijo...

Fernando, es verdad, está medio tangueada. Es bien latinoamericana, pero igual, es un aporte a la música cristiana, aunque es un poco difícil para cantar...por lo menos a mí me cuestan las canciones que se vayan más allá de 4 x 4.
Es muy bueno cantar siempre...yo creo que agrada nuestro oído y también a nuestro Padre.