¿Qué sintió mi madre cuando volvía del trabajo y se enfrentaba a esa enorme casa oscura y deshabitada? ¿Lloraba cuando debía encender el fuego que siempre le tuve preparado?
Ninguna mesa servida esperándola.
Ninguna risa de niña haciendo los deberes escolares.
Ni siquiera la tv dando los monos animados o el chavo del 8.
Somos irreflexivos, frívolos, crueles los hijos.
Abandonamos lo conocido para experimentar dolores que las madres nos quieren evitar.
Dejamos la tibieza para soportar el frío, la desilusión, el egoísmo y la maldad de supuestos amigos.
Insensibles, eso fuimos.
La ley es que las aves vuelen del nido, los muchachos buscan su ruta, la vida es movimiento, cambio, descubrimiento, ausencia.
Hoy que mamá descansa de sus afanes pienso en ese tiempo del que jamás conversamos.
Tal vez fue tan doloroso que nunca quiso recordarlo.
Traspasada de sus sentimientos ahora me toca añorarla para siempre.
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Tú, Señor mi Dios, eres mi esperanza;
tú me has dado seguridad desde mi juventud.
tú me has dado seguridad desde mi juventud.
Desde el vientre de mi madre me has sostenido;
¡tú me sacaste de las entrañas de mi madre,
y para ti será siempre mi alabanza!
¡tú me sacaste de las entrañas de mi madre,
y para ti será siempre mi alabanza!
Salmos 71:5-6
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