Por si no te has dado cuenta, me gusta la Biblia.
Hace unos días fui a una reunión social y surgió la pregunta, cuántos libros habíamos leído en los últimos tres meses.
Apenas estoy en la mitad de uno, pero a mi favor puedo decir que he leído varios de la Biblia, terminé el libro de los Hechos y Romanos, ahora voy cerca de terminar 1 Corintios, pretendo que el Nuevo Testamento sea como una carta abierta diariamente, aunque hay muchas cosas que no comprendo.
Desde niña aprendí que la lectura de la Biblia me salvaría de la ignorancia, la timidez y los estigmas, ser retraída, ser hija natural, ser pobre y pequeña de estatura.
En los libros encontré mi valor como mujer, más que en otras artes.
Me gustó la música, la pintura, la fotografía, las manualidades, pero solo leer me hizo profundizar en la vida, en las personas y en el aprecio de otras artes.
Y por sobre todo eso, la Biblia como el centro donde giraba la sabiduría para enfrentar un diagnóstico de enfermedades prematuras; la Biblia para entender los procesos humanos y el autocuidado.
Fui a clases de Escuela Dominical donde se nos enseñó a compartir, a vencer la timidez, a hablar en público, a desarrollar un texto, a comer juntos, a lavar loza, a reír, a cocinar.
Aprendí a memorizar y supe que eso sería una herramienta excepcional para disfrutar días plenos.
Fui Habacuc en el desierto acechado por la inminente guerra, fui David en la caída, fui mi propio recetario en Proverbios, fui Jonás en el fondo del mar, fui Jeremías en el llanto por los niños de la ciudad.
Jugué a “las espadas bíblicas” junto a otros deportes más prosaicos como pin pon, elevar volantines, el emboque o dominó.
La Biblia descubrió para mí los grandes y bellos pensamiento de Dios, su proyecto con el ser humano y la Gracia para implementarlos. No sé de otro libro que haya hecho tanto por mi vida con solo abrirlo y poner sobre él la mirada.
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Hijo mío, si recibes mis palabras,
y atesoras mis mandamientos dentro de ti,
da oído a la sabiduría,
inclina tu corazón al entendimiento;
porque si clamas a la inteligencia,
y alzas tu voz al entendimiento,
si la buscas como a plata,
y la procuras como a tesoros escondidos,
entonces entenderás el temor del Señor,
y descubrirás el conocimiento de Dios.
Proverbios 2:1-5
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Ideas para una lectura fructífera:
https://www.avivanuestroscorazones.com/joven-verdadera/blog/10-maneras-de-estudiar-la-biblia/