viernes, 19 de julio de 2019

Aprender a escuchar.

En esto de las relaciones sociales las cosas se han puesto un poco cuesta arriba.

Le contaba a mi amiga Silvia de aquel día cuando  Juan le preguntó a mi amiga S. cómo estaba su marido, hubo un largo silencio, hacía dos años que se habían divorciado.

Por educación se saluda y la natural pregunta ¿cómo está? nos permite introducirnos en un momento grato (es lo que creía). Nuestra interlocutora gruñe o se pone a llorar como Magdalena, depende del grado de confianza o de estrés con el que ande la persona.

Le pregunté amablemente, con cortesía y se le nublaron los ojos, venía del doctor y le había diagnosticado una enfermedad terminal. Me quedé sin palabras y mentalmente traté de hallar en mi diccionario las expresiones de consuelo más adecuadas.
Cuesta.
Puedes escuchar las más inverosímiles historias, que le robaron la cartera en el supermercado, que descubrió al hijo adolescente fumando  marihuana, que la operación de rodilla fue horrorosa porque le pusieron solo la epidural, que acaba de pasar un susto al cruzar la calle, casi la atropellan, ¡madre! ¿quién me manda a hacer la pregunta tan inocente "¿cómo esta"?

Pero no escarmiento.
Vengo a ser como un paño de lágrimas y me estoy entrenando con herramientas cognitivas, Palabra de Dios y ayuda solidaria del cielo.
Porque me he dado cuenta que las personas están solitas, nadie las escucha en sus penas, pagar psicólogo no está a su alcance  y ni siquiera saben rezar. Una buena conversación con el Padre Celestial a nadie le va mal, de eso no hay duda, pero hay personas que me han dicho "es que hace tanto tiempo que no me acuerdo de Dios".

He descubierto que tengo "buena oreja" y me he propuesto oír cuando se está en el  Banco y hay un largo tiempo  para que llamen el número que nos ha tocado, en  la fila del súper o en el trayecto tedioso del microbús, esperas largas  donde se puede compartir una buena conversa.

Pienso en las caracolas de la playa, las colocábamos en nuestro oído y escuchábamos el mar.
Eso nos hacía felices.
Quisiera dar esa paz a los oyentes. Palabras de consuelo, de esperanza, de empatía.
Tal vez solo necesito afinar el oído con un poco de paciencia.


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Oh Señor, escucha mi oración, 
y llegue a ti mi clamor. 
No escondas de mí tu rostro en el día de mi angustia; 
inclina hacia mí tu oído; 
el día en que te invoco, respóndeme pronto. 

Salmos 102:1-2

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2 comentarios:

Silvia Parque dijo...

A veces he tenido ese propósito también, pero luego soy floja y no me aplico. Las personas necesitan atención. Qué bueno debe ser toparse contigo al esperar turno en el banco :)

ojo humano dijo...

Especialmente en el Banco, Silvia. Ahora colocaron asientos para esperar y aire acondicionado. De lujo.
Se conversa "de este mundo y del otro". Doy gracias al que tuvo esa idea, antes era un martirio esa espera.