viernes, 16 de marzo de 2018

Cuando lleguemos a ese río.

"Cuando lleguemos a ese río, 
veremos cómo lo cruzamos"
(Frase de mi abuela )


¿Piensa usted en la muerte?, pregunta la mujer.
 Así, me lanza el tema sin anestesia.
Dicen que es de mala educación interrogar de vuelta, pero me amostacé un poco, ni siquiera un saludo de entrada.
¿La muerte suya o la mía?, le dije.
No debí dar pie a la plática, hube de escucharla con paciencia y además comprarle una revista.
Eso me pasa porque tengo reacciones lentas.
¿Por qué pensar en la muerte?
Cada día vive en nosotros y llegado el momento –como los virus invisibles- se revelará con naturalidad. La esperes o no, ella vendrá ¿por qué desesperar ante lo inevitable?
Se suele llorar, reír nerviosamente, cuestionar ¿por qué a mí? (una pregunta inoficiosa), pelear o rendirse. Cada persona soportará el instante dependiendo de cuán preparada esté, aunque debemos temer que algunos no tienen la mitológica  “última oportunidad”, o esa ficción latinoamericana del “arrepentimiento de la hora postrera” (¿se creerá  que Dios tiene la obligación de perdonar como al ladrón en la cruz?)
¿Por qué pensar en la muerte?  El poeta lo describe claramente:

Los días del hombre ya están determinados; 
tú has decretado los meses de su vida; 
le has puesto límites que no puede rebasar. 
Aparta de él la mirada; 
déjalo en paz, 
hasta que haya gozado de su día de asalariado. 
Si a un árbol se le derriba, 
 queda al menos la esperanza de que retoñe 
 y de que no se marchiten sus renuevos. 
 Tal vez sus raíces envejezcan en la tierra 
 y su tronco muera en su terreno, 
 pero al sentir el agua, florecerá; 
 echará ramas como árbol recién plantado.
(Job 14:6-9)

Mi abuela era muy sabia, pensó en morir 10 días antes de su muerte.
Hizo su testamento verbal, porque de bienes nada, mi madre se haría cargo de su hermano menor (ese era mi tío Enrique), su funeral sería con cánticos, evangélicos obviamente y su Biblia la podían compartir.
Se tendió en su cama y esperó.
Con una sonrisa y una oración se durmió para siempre.
Había llegado al borde de ese río y lo cruzó sin problemas.

***



(Fotografía del Río Maipo, Región Metropolitana, Chile.)




6 comentarios:

Susana dijo...

Pienso en la muerte más de lo que deberīa. Un beso.

ojo humano dijo...

Susana, creo que hay que pensar en ella como en las miles de cosas que hay para pensar. Preocuparse demasiado o muy poco nos hará obsesivos o descuidados.
Ruego a Dios te dé buena salud y florezcas como tu primavera.
Un abrazo.

Silvia Parque dijo...

Sabia, tu abuela; sabio lo que le dices a Susana.
Saludos.

ojo humano dijo...

Espero ir aprendiendo, Silvia, al buen vivir y al buen morir.
Un abrazo.

Fernando dijo...

Es curioso, Ojo Humano. Una familiar mía se enfrenta ahora -dentro de unos meses- al paso de ese puente. Tuvo un momento inicial de nervios y luego lo ha aceptado con tranquilidad.

Todos tenemos claro que ese día nos llegará. Ojalá Dios nos dé serenidad. Y -muy importante- ojalá nos lo mande sin mucho dolor previo, sin meses y meses de enfermedad y decadencia.

ojo humano dijo...

Así sea.
Oramos para que el Señor nos dé su Gracia también en esa hora. Cuándo El lo disponga.
En alguna parte dice que es apreciada para Dios la muerte de los suyos. El te ama y me ama.