Detrás de las interrogantes surgen otras. ¿Importa que alguien lea lo que escribimos?
Vaya que sí importa, el leitmotiv (*) de la vida es nuestro reflejo en los otros.
A veces nos persigue una idea, otras estamos vacíos y secos.
Nada de pensamientos brillantes, apenas imágenes y destellos que quieren hacerse palabras y no lo logran.
La mayor parte de los días luchamos con la cotidianeidad de las cosas, acostumbrados al color y sabor de la costumbre.
Mi amigo F. siempre dice que el trabajo de crear es un 5 % de inspiración y 95% de transpiración.
Cuando pareciera que no tenemos a qué echar mano dentro de esa rutina abrumadora, surge una frase, unas líneas que se abren paso entre la selva y el cemento como las raíces del chamico que alucinan y purifican.
La revelación nos toca y vislumbramos la plenitud.
En ese instante solo quiero que Su ojo, la mirada que rodea la tierra, se pose en esas líneas, solo eso justificará el trabajo, las lágrimas, el desaliento y la inquietud.
Si hay lectores fieles es un regalo adicional de Su gracia.
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Jesús fue a Nazaret,
donde se había criado,
y en el día de reposo entró en la sinagoga,
como era su costumbre,
y se
levantó a leer
Evangelio de Lucas 4:16
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