Eso de “ninguna carne roja” no contaba con el suculento filete asado que mandó de regalo mi amiga San. Allí estaba, en una fuente de greda, invitando, el pérfido. Caí rendida.
Solo una empanada, era la proposición. Estas fiestas no me dejarán kilos extras que después cuesta el resto de la primavera eliminar. Mis comensales ruegan “por favor, cocina unas empanaditas caseras”, son tan desabridas las de panadería. Arrear la bandera y ponerse a amasar.
El estoicismo no es mi escuela, la marea de cebolla y carne + pasas y aceitunas ha ganado con abuso. Me ha eliminado el hambre de aquí hasta Navidad.
Si una cree en eso del “libre albedrío”, la libertad de escoger y toda la teología de salón, es que no ha pasado por Chile en Fiestas Patrias. Nadie es invulnerable a los anticuchos, asados, papas-mayo, choripán, dulces chilenitos, torta de manjar y demases.
Debo reconocer, Dios nos bendice en abundancia, a pesar de todos los movimientos telúricos que ya no son una preocupación. Como un amigo decía "a todo se acostumbra el ser humano".
Después de la fanfarria dieciochera no queda otra : ayuno a pura lechuga.
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"... ni pongan su esperanza en las riquezas,
las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo,
que nos da todas las
cosas en abundancia para que las disfrutemos.
Mándales que hagan el bien,
y que sean ricos en buenas obras,
dadivosos y generosos;
que atesoren para sí mismos un buen fundamento para el futuro,
que se aferren a la vida eterna.
Apóstol Pablo en carta a Timoteo 6:17-19
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