sábado, 1 de diciembre de 2012

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Uno de diciembre, las calles se llenan de luces, los niños cuentan los días para recibir los regalos soñados, en una iglesia cercana han empezado a tocar canciones que hablan de un pequeño que va a nacer, el aire está cargado de nostalgia, diligencias y presentimientos.
Todos esperan algo…
Nadie sabe con certeza qué…
Espero  no sean defraudados en sus esperanzas, aunque sean mínimos deseos.
Porque no se desea la malaventuranza, queremos el bien.


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Todas las botas guerreras
que resonaron en la batalla,
y toda la ropa teñida en sangre
serán arrojadas al fuego,
serán consumidas por las llamas.

 
Porque nos ha nacido un niño,
se nos ha concedido un hijo;
la soberanía reposará sobre sus hombros,
y se le darán estos nombres:
Consejero admirable, Dios fuerte,
Padre eterno, Príncipe de paz.

 
Se extenderán su soberanía y su paz,
y no tendrán fin.”

Isaías 9:5-7 (NVI)

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