lunes, 17 de diciembre de 2012

Las canciones de Navidad.


No obstante  lo pobres que éramos mamá se esforzó para pagar mis clases de piano, compró una guitarra usada y me motivó a tocar en el coro de la iglesia –pequeña iglesia de provincia-. Del piano a la guitarra y con el tiempo a un banjo de madera de avellana.
No hubo lujos en aquellas navidades.
Ni regalos costosos.
Ni copiosas cenas después del culto.
Ni árbol verde.
Sí mucha música.
Cantamos villancicos,  la protagonista no paraba de llorar en plena obra de teatro, algunos disimulaban la emoción, luego recorrimos el largo camino a casa, había melodías por todas partes, también en nuestro corazón.
Todavía resuenan en el espacio  las canciones, cuando las repetimos un manto envolvente de calor y gozo se mezcla de tal  manera que no sé distinguir si son aquellas o éstas, las voces se combinan, las risas, los abrazos…todo es un caleidoscopio de colores y luces.
Este domingo volví a cantar, unas nuevas, otras remasterizadas. Voces modernas, jóvenes, vitales, la misma sensación, el mismo esplendor.


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Canten al Señor una nueva canción!
¡Qué toda la tierra cante al Señor!
 Canten al Señor, alaben su nombre;
cada día anuncien las buenas noticias de que él salva.
 Anuncien sus gloriosas obras entre las naciones;
cuéntenles a todos las cosas asombrosas que él hace.
 ¡Grande es el Señor! ¡Es el más digno de alabanza!
  ... el Señor hizo los cielos!
 Honor y majestad lo rodean;

Salmos 96:1-6 (NTV)

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