viernes, 2 de noviembre de 2012

Tal vez lloremos...

Las lágrimas más temibles son las que se derraman después de las doce de la noche.
Solitarias, gruesas, profundas, a veces inmerecidas.
Lágrimas que nos dejan exhaustas, aleladas, al borde del insomnio, creyendo que todo es difícil. Insoluble y desolador lo que nos sucede.
La oscuridad aumenta los temores y engrandece los problemas.
Así nos pilla el amanecer.
Con la claridad vuelve la razón, la cordura, la luz del cielo que alumbra el cerebro y vemos con luminosidad,  la solución era tan obvia –decimos-,  que hasta nos damos un golpe con la mano en la cabeza.
Porque Dios está también cuando hay oscuridad.



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Tal vez lloremos durante la noche,
pero en la mañana saltaremos de alegría.

Tú cambias mis lágrimas en danza;
me quitas la tristeza y me rodeas de alegría,
 para que cante salmos a tu gloria.

Señor, mi Dios: ¡no puedo quedarme callado!
¡siempre te daré gracias!

Salmos 30:5, 11-12 (RVC)
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