sábado, 17 de noviembre de 2012

Pestañas postizas.

Ella llega atrasada a todos lados.
No es gran drama porque la impuntualidad en Chile es el deporte que se practica con más frecuencia y sin gran esfuerzo.
A modo de explicación me dice: “es que no me atrevo a salir sin pestañas”.
Claro, no se refiere a las que Dios le dio sino a las que el Mall Chino le provee a un dólar y –según ella- le “viste” el rostro.

Para mi vanidad subdesarrollada,  todavía es un ejercicio incomprensible eso de maquillarse durante horas, manicura, pedicura, estilista y etc.
Porque zapatos con tacón,  pase.
Falda con medias transparentes o bordadas, de acuerdo.
Labial, ok.
Corte de cabello cada cierto  tiempo.
Pañuelo al cuello, aros, pinches en el pelo, anillo, uñas decoradas,  blush, cartera a tono ¿no será mucho lo de las pestañas?
Como decía mi abue “cada persona sabe donde le aprieta el zapato”.
O como dice el apóstol Pablo: “Cada uno tiene su propio don de Dios”.
Hay que tomar un curso para aprender a ponerse pestañas, en una de esas sirve.
A  mi encantadora hermana se le ven muy bien.

Porque no todo es mística ¿verdad?
¿O sí?


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  Ábreme los ojos para contemplar
las grandes maravillas de tus enseñanzas.
En este mundo estoy de paso;
¡no escondas de mí tus mandamientos!

Salmos 119:18-19 (RVC)
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