martes, 5 de octubre de 2010

Los niños invisibles.

El Hogar de Menores –mis vecinos- permite ciertas libertades a los niños.
Una de ellas es sembrar en un pequeño patio interior, construido por algunas jóvenes que han venido a visitarles, las que con buena voluntad y paciencia han martillado palos y nylon, tamizado tierra y colocado algunas semillas que los niños cuidarán.

Y vaya si les ha dado resultado.
Toca mi puerta, tiene un atado enorme de acelgas en los brazos. Tía (esa soy yo), ¿compraría estas acelgas de nuestra huerta?
Así iniciamos las transacciones, como pequeños empresarios frente al comprador.  Precio, cantidad, gracias del producto (no tienen pesticidas, me señala, se maneja en el tema).

Una gallina ha venido a aumentar el patrimonio, futuro promisorio de huevos frescos “de casa”, acota.
Hierbas menudas que cuidan con diligencia, ésta, me dicen, es romero, poleo, perejil, acá hay matas de ají, ese de más allá es pimentón rojo.

Leo en una revista acerca de los niños invisibles, los  que vagan por las calles, más de 1.000 en Santiago de Chile, vulnerados en sus derechos más básicos. Niños que no alcanzan a llegar a un lugar como el de mis pequeños vecinos, un sistema que no da abasto para lo enorme del problema.
Ruego a Dios para que haya muchas huertas y talleres en los Hogares de Menores, dignidad de vida, proyectos, ilusiones, educación para la vida.






----------------------------------------------------------

Levántate, da voces en la noche
         al comenzar las vigilias;
         derrama como agua tu corazón
         ante la presencia del Señor;
         alza hacia El tus manos
         por la vida de los pequeños,
         que desfallecen de hambre
         en las esquinas de todas las calles.

Lamentaciones 2:19.
----------------------------------------------------------

No hay comentarios: