La nostalgia no es un sentimiento trivial.
Hay personas que mueren por ella, buscan entre los pliegues de su mente esa brizna de emoción que les provocó el esplendor de un instante, por ejemplo, cuando descubrieron el cine o el primer beso, o el día que recibieron la salvación.
Luzmila teje y desteje, por orden del doctor, una corrida, dos, tres, como la Penélope de la historia, luego por las noches lo deshace para al día siguiente vuelta a trabajar en lo mismo. Hasta descubrir el hilo del presente.
¡Vaya terapia!
Cuando termine el tejido total, estará curada, eso dice el terapeuta, joven e innovador.
El escritor Mario Benedetti pregunta: “¿De qué se nutre la nostalgia?”
Pura fugacidad, puro cuento, momentos infinitesimales que se han quedado pegados en la mente, que rellenan las grietas de la memoria y no dejan que entre nada más. ¿Será eso la muerte?
¿Estaremos todos muertos?
Luzmila todavía no termina su tejido. Converso con ella, ahora –me dice- tengo que tejer el punto arroz, mañana el punto inglés. Aprender me ayudará a renovar mi mente, concluye con una sonrisa.
Lo creo.
Tal vez yo también necesite empezar un tejido…tal vez…
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Olviden las cosas de antaño;
ya no vivan en el pasado.
¡Voy a hacer algo nuevo!
Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta?
Estoy abriendo un camino en el desierto,
y ríos en lugares desolados.
ya no vivan en el pasado.
¡Voy a hacer algo nuevo!
Ya está sucediendo, ¿no se dan cuenta?
Estoy abriendo un camino en el desierto,
y ríos en lugares desolados.
Isaías 43:18-19
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