"No hay nada como naufragar en el océano infinito del amor de Dios".
Conversamos con algunos amigos en la sobremesa de un buen almuerzo.
Las declaraciones grandilocuentes de algunos personeros de la presidencia y sus detractores nos desconciertan.
Para unos este gobierno está haciendo historia cambiando una gran cantidad de leyes que -según ellos- darán un giro a nuestro país (no se explicita si el giro es más a la izquierda o al centro).
Para otros es el peor gobierno que hemos tenido, justamente por las leyes que se están promulgando.
¿Vivimos una ficción?
¿Alguien mueve los hilos y nosotros no sabemos nada de nada?
¿Cómo puede escribirse nuestra historia cuando hay tanta diferencia en cada mirada?
Cero objetividad.
Cero imparcialidad.
Cero pensamiento crítico.
Es como si estuviéramos en medio de dos “barras bravas” peleadas a morir.
-Bueno, acota uno de los comensales, para algunos todavía Allende es lejos el mejor gobernante que hemos tenido. Y para otros el peor. No hemos cambiado demasiado en nuestras percepciones.
No sé si en todos los países será así.
Muy poco he salido de Chile, no tengo punto de comparación. Imagino que algunos serán más ecuánimes, otros más beligerantes, al final del día si no hay una devoción por Dios, la política, el grupo, el clan o su equipo favorito se transformará en una religión.
El dogma no se puede discutir.
Claro que nada de lo que sostenemos tibiamente o a ultranza da el ancho para una “guerra santa”.
¿O sí?
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El que ama a su padre
o a su madre más que a mí,
no es digno de mí.
El que ama a su hijo
o hija más que a mí,
no es digno de mí.
El que no toma su cruz y me sigue,
no es digno de mí.
El que halla su vida, la perderá;
y el que pierde su vida por causa de mí,
la hallará.
Evangelio de Mateo 10:37-39
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