Conocí el distrito de lujo en Santiago.
Día de verano, zapatos de marca (para no desentonar), ropa casual, agua para hidratar y nos enfilamos para el barrio cuico de la Capital.
Todo es absolutamente limpio, pareciera un templo católico de los antiguos donde había que entrar en puntillas, prados bien cuidados, guardias de seguridad de impecable uniforme azul, mínimo 2 metros, vitrinas minimalistas con vidrios triples, todo muy ‘Mainstreaming’
Yass…
Ahí están los más bellos e incomparables diseños de Dolce & Gabanna, Louis Vuitton (apenas una carterita de muestra en vitrina) Gucci, Chanel, Rolex y un selecto etc...
Una joven que parece Miss Chile empinada sobre tacos mínimo 15 cms. (¿Guess o Blahnik?) regala unas espléndidas rosas blancas en un pasillo…y son naturales (las rosas).
No pertenezco a este mundo, mi tarjeta de crédito no tiene muchos ceros a la derecha, pero lo disfruto... mucho.
Cuando observo un inusual amanecer o una portentosa puesta de sol en la playa, sé que no son míos, que durarán pocos minutos, es un tiempo magnífico, mientras dure es todo para mí.
Al día siguiente nos dirigimos al Persa Bío Bío.
Si tienes nariz delicada, no lo intentes, el perfume a orines te dará arcadas.
Callejones atiborrados de antigüedades, calles saturadas de personas intercambiando risas, chistes o música, ruido por todos lados, un chinchinero aporta lo suyo y mucha, mucha comida de todos los países inmigrantes.
Ninguna vitrina que obstaculice la oferta, todo a la mano “aquí –me acota un vendedor- lo que menos nos importa es el dinero.
Un mundo donde todos se reconocen, humanos a granel, ninguno es más porque conduzca una 4 X 4 ni es menos porque a su lado se estacione un pequeño Marutti.
La oferta y la demanda se oyen de lejos, no hay pudores que estorben las relaciones.
No pertenezco a este mundo desinhibido y ecléctico, pero lo disfruto tanto como disfruté el de lujo.
Soy una viajera en el tiempo con el pasaje de regreso con fecha señalada.
Debo saborear todo lo que vivo antes de ese día.
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"La plata es mía y el oro es mío,
dice el Señor
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Hageo 2:8
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