viernes, 23 de noviembre de 2018

Síndrome de florero.

Mi amiga Vero cataloga las personas en dos grupos:
Los que se creen el sol.
Los que son iluminados por el sol.
Tal vez todos tenemos un poco de “síndrome de florero (o de sol), por esa idea del amor propio, sin embargo llevado al extremo, la cuestión se pone "color de hormiga".

Centro de mesa.
Ombligo del mundo.
Pintamonos.
Guinda de la torta.
Ego del porte de una catedral.
Persona especial.
En fin, esos y otros adjetivos dependerán del hemisferio donde vives.
La psicología moderna (era que no, siempre la ciencia tiene algo que acotar), le llama "trastorno de la personalidad histriónica, esta página nos da unos buenos consejos para sobrevivir frente a "un centro de mesa".

Ella –la llamaremos Gina- está sentada en un extremo del comedor, conversamos, nos reímos, la camaradería une al grupo. De pronto se descompone, se levanta furiosa, me voy, dice, aquella me ha mirado feo. “Aquella” es una invitada de otra mesa que mira distraída su entorno.
Gina piensa que “todo el mundo” está preocupado de ella, a veces teme hacer el ridículo, en otras ocasiones llega hiperventilada riendo y saludando a gritos, o por el contrario, con un mutismo inusual como si llevara el peso del universo sobre sus hombros.
 -Así soy yo- asegura y si me quieren, quiéranme como soy.

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Vivan en armonía unos con otros. 
No sean tan orgullosos 
como para no disfrutar de la compañía de la gente común. 
¡Y no piensen que lo saben todo!

Romanos 12:16 (NTV)


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Foto de: Laura Bofill

2 comentarios:

Silvia Parque dijo...

Los trastornos nos hacen sufrir. Harán bien en quererla como es :)

ojo humano dijo...

Sí, la queremos y la soportamos hace bastante tiempo. Más aún, cuando no está la echamos de menos.