El sol no perdona frente a la Penitenciaría.
Todo aquel que se coloque debajo de su calor, tendrá que soportar los 33 grados sin protestar.
Las mujeres –estoicamente- hacen la fila para entrar, sin resguardo, sin protección, guiadas por rejas que dan un pequeño espacio de movilidad a cada una. Avanzan lentas. Todo depende de la rapidez o lentitud de las revisiones interiores, del personal, tú sabes, hay días que los funcionarios son ágiles, embalados en la tarea, otras, lentos, pelearon con la esposa, no tuvieron sexo, durmieron mal, comieron más de la cuenta, en fin, tantas variables como días y funcionarios hay.
Así que, entrar rápido o lento es la suma de muchas variables.
Es mejor entregarse a la paciencia, conversar con la madre que espera ver a su hijo después de muchos meses, la hija que lamenta la salud del padre, la esposa que critica contra un sistema engorroso y hacinante.
Claro, dirán alguno, no perdamos las proporciones, son delincuentes y deberán pagar.
Verdá.
Verdad verdadera.
Así es que la familia debe aguantar y pagar también su cuota.
Los amigos deben pagar.
La iglesia (si el interno es pariente de algún hermano o hermana) debe dar lo suyo.
Sin embargo, a pesar de las humillaciones, la Palabra de Cristo es pronunciada con frecuencia. El nombre de Dios es invocado, aun por las mujeres de la fila. Escuchan con respeto. Saben que el sistema es opresor, pero Dios es un Dios de libertad, de perdón, de esperanza.
A muchos, solo eso los sostiene.
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«El Espíritu del Señor está sobre mí,
por cuanto me ha ungido
para anunciar buenas *nuevas a los pobres.
Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos
y dar vista a los ciegos,
a poner en libertad a los oprimidos,
por cuanto me ha ungido
para anunciar buenas *nuevas a los pobres.
Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos
y dar vista a los ciegos,
a poner en libertad a los oprimidos,
a pregonar el año agradable del Señor.»
Luego enrolló el libro,
se lo devolvió al ayudante
y se sentó.
Todos los que estaban en la sinagoga
lo miraban detenidamente,
y él comenzó a hablarles:
“Hoy se cumple esta Escritura en presencia de ustedes.”
Lo dijo Jesús en el evangelio de Lucas.
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