Visitados por cálidas mareas los vacacionistas se han visto en serios aprietos para disfrutar la inversión que significa arrendar una casa de playa, cancelar pasaje para toda la prole y someterse al mercado costero, en general sobrevalorado por el peak de la temporada.
En el mar Pacífico –y tal vez en todos los mares- viven predadores que no tenemos idea cómo se expanden o qué hábitat tienen.
En ocasiones se topan con el ser humano, ahí nos damos cuenta lo frágiles que pueden ser nuestros espacios invadidos por seres desconocidos. En este verano la “fragata portuguesa”, una habitante del mar adentro que ha llegado a nuestras playas con las aguas cálidas y defiende su zona sin siquiera entender -¿cómo podría?- las tragedias que provoca.
Mi amigo Sal… partió hacia el litoral con “camas y petacas”, incluyendo perro y canario. Arrendó una casa por los 4 meses –según él-, negocio redondo. Mediante un pago se adjudicó la concesión de un negocio en la concurrida "playa chica" para trabajar todo tipo de masitas dulces, toldos, sillitas, juegos, etc.
En la desierta arena ulula el viento, sentado frente al mar mira la maravilla de sol que muere en el horizonte y espera… espera… espera. Ruega al cielo y se dice, aún queda verano, aún hay esperanza.
Hasta el momento pérdida total.
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¡Oh Señor, cuán numerosas son tus obras!
¡Todas ellas las hiciste con sabiduría!
¡Rebosa la tierra con todas tus criaturas!
¡Todas ellas las hiciste con sabiduría!
¡Rebosa la tierra con todas tus criaturas!
Allí está el mar, ancho e infinito,
que abunda en animales, grandes y pequeños,
cuyo número es imposible conocer.
que abunda en animales, grandes y pequeños,
cuyo número es imposible conocer.
Salmos 104:24-25
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