martes, 12 de mayo de 2015

Doctores en vía de extinción.


 (Radiografía de una flor: Nick Veasey)


Cuando se abrió la puerta de la consulta lo vi parado detrás de su escritorio con el brazo extendido hacia mi, la mano abierta como deteniendo el aire. Con voz fuerte exclamó: “No me digas nada, con solo mirarte sé lo que tienes”.

Después de ese exabrupto me quedé paralizada (yo era muy joven e impresionable). No sabía si estaba frente a un doctor o un charlatán.
El Doctor Loco, le decían.
Atendía en forma particular, solamente $ 500.- (más o menos 1 dólar) la consulta.
Obviamente la sala de espera se repletaba desde la mañana a la noche, las personas aguardaban con santa paciencia largas horas, porque "la buena fama es mejor que  el buen perfume" se extiende ni se sospecha hasta dónde. Parecía que todo el Chile enfermo se había citado en aquel lugar.

¿Un dolor de barriga?
¿Fiebre?
¿Síntomas raros?
¿Dolores de cabeza?
No había enfermedad para la que no tuviera una receta.
Nada de  muestras de sangre.
Ni  ecotomografía.
O  examen de orina.
Simplemente su ojo inquisitivo, un aparato de rayos X donde observaba con detención y ese tono de seguridad que da la experiencia. Después de atender 50 enfermos diariamente durante varios años, conocía al ser humano al revés y al derecho.
La gente sanaba.
Algunas malas lenguas decían que muchos sanaban porque "le tienen fe". 
¿Y acaso no se necesita fe para vivir?, más aún si tienes alguna debilidad, un pila de achaques o un diagnóstico terminal.  
"La fe es  la confianza de que en verdad sucederá lo que esperamos; es lo que nos da la certeza de las cosas que no podemos ver." (Hebreos 11:1 NTV)
 
Mi abuela contaba que el médico antiguo tenía un mamotreto con el historial de todo el pueblo, atendía nacimientos, defunciones, accidentes y un cuantuay de problemas, hasta confidencias sentimentales de alguno que padecía "el mal de amor" (decían). Las personas  veneraban aquellos seres serviciales y compasivos.

Con el advenimiento de la educación superior, los inmigrantes y aparatos sofisticados, el médico de pueblo ha desaparecido.
Hoy se va a una clínica donde hay “especialidades”,  un galeno moderno no te da ni una simple receta para el resfrío si no tiene una cantidad considerable de exámenes. Queda una peor de lo que estaba -digo- por la fortuna que se gasta.
Con justa razón nos llaman “pacientes”.

He rogado a Dios que mi paso por esos lugares –si es absolutamente necesario- sea breve.




4 comentarios:

Susana dijo...

Hemos pasado de un extremo al otro. Ahora parece que los médicos están en contra de las medicinas. Un beso.

Fernando dijo...

Perfecta la foto, Ojo Humano.

Igual pasa en España. Los doctores tienen miedo al error y por ello tienen un protocolo: si alguien tiene tal síntoma hay que mandarle las pruebas A, B y C. Al final puede haber un error igual, pero ya se le puede echar la culpa a las pruebas. Como éstas tardan mucho en hacerse al final el enfermo empeora.

Una pena.

ojo humano dijo...

Sí, Susana, lo peor es que se ha transformado en un negocio bien lucrativo.

ojo humano dijo...

La foto, Fernando, me pareció un artista genial el autor.
Esto de los doc parece un síndrome internacional.
Lo mejor es no enfermarse.