O lo contrario.
El chamico puede matar, pero también ayuda en ciertas afecciones -por cierto- en dosis pequeñas.
Alguna vez he contado cómo mi abuela soportaba el asma fumando sus hojas secas al sol.
Me pareció extraordinario, de vuelta de un viaje observo un campo de chamico (datura ferox) en todo su esplendor.
Siempre tuve la impresión que esta planta alucinógena y silvestre era bastante dañina.
Los campesinos la arrancaban de raíz para prevenir que los animales –por casualidad- la comieran.
Pero he ahí, un espacio entre el paisaje de la tarde, maizales, viñas, paltos y de pronto las flores blancas hacen un cambio de giro en el pensamiento.
Inusual.
La ruptura de paradigmas abre una cascada de interrogaciones.
¿Será legal su cultivo?
¿Será sano?
¿Será productivo?
¿La usarán en laboratorios?
¿Quiénes?
¿Para qué?
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Después Dios dijo:
«Que de la tierra brote vegetación: toda clase de plantas con semillas y árboles que den frutos con semillas.
Estas semillas producirán, a su vez, las mismas clases de plantas y árboles de los que provinieron»;
y eso fue lo que sucedió.
La tierra produjo vegetación:
toda clase de plantas con semillas y árboles que dan frutos con semillas.
Las semillas produjeron plantas y árboles de la misma clase.
Y Dios vio que esto era bueno.
Génesis 1:11-12
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