viernes, 10 de agosto de 2018

Arepas.

"Dios da la semilla que se siembra 
y el pan que nos alimenta, 
así que también les dará a ustedes todo lo necesario, 
y hará que tengan cada vez más, 
para que puedan ayudar a otros."
(2 Corintios 9:10)

Cuando los periodistas y los políticos se sumergen en temas tan diversos y alejados de las personas comunes, la calle se mueve en una simbiosis rítmica,  bullente y enormemente variada.
Calles de Santiago, Alameda con Maipú, Alameda con Meiggs, Alameda con Unión Latinoamericana, todas las veredas exhiben colores, olores, sabores de diversas naciones. Jugos de frutas tropicales, brochetas con carnes asadas, papas rellenas, sopaipillas con mostaza, y  arepas, en una esquina colombianas, más allá venezolanas.
Un carro con ruedas prontas a la fuga (ninguno cuenta con permisos municipales), una plancha caliente y albos panes de maíz rellenos con queso invitan a saciar el hambre vespertina.
Las extensas distancias de regreso a casa ameritan un bocado al paso, la voz del muchacho es urgente y persuasiva. Deben vender todo antes que llegue la policía, un par de horas apenas mientras cae el sol y carabineros hace el cambio de guardia.
Comer en la calle me provoca ciertos escrúpulos.
Sin embargo esta manipulación se nota prolija, observo cómo se acercan los trabajadores, la actitud es igual al mejor de los restaurantes;  degustan su arepa en plena vereda sin que nadie los moleste.
Estiro la mano y recibo una en  plato de cartón.
Venzo recelos y me sumo a la multitud que, como si fuera un concierto bien dirigido, compartimos el placer excepcional de la comida.



2 comentarios:

Silvia Parque dijo...

Un placer, sin duda.

ojo humano dijo...

Definitivamente.
Como para pedir repetición.