- ¿Qué se ha hecho en beneficio de este hombre?, preguntó.
- Nada, respondieron los asistentes.
- ¿Cómo se debe tratar al hombre a quien el rey desea reconocer sus servicios?, preguntó a su ministro Amán.
-“¿A quién va a querer honrar el rey sino a mí?”, pensó el ministro, su amistad con el monarca estaba en el punto más alto.
- Mi rey, que se mande traer un vestido que usted haya usado, un caballo en el que haya montado y que se le ponga en la cabeza un adorno real. La vestidura y el caballo deberán entregarse a uno de los funcionarios más ilustres del rey, para que vista al hombre a quien el rey desea honrar, y que lo pasee a caballo por las calles de la ciudad, proclamando a su paso: “¡Así se trata al hombre a quien el rey desea honrar!”
-Ve de inmediato —le dijo el rey a Amán—, toma la vestidura y el caballo, tal como lo has propuesto, y haz eso con Mardoqueo, el que está sentado a la puerta del palacio. No descuides ningún detalle de todo lo que has recomendado.
Así Amán –verde de envidia- tomó la vestidura y el caballo, ordenó vestir a su enemigo con ropas reales y organizó un paseo por la ciudad con la proclama: “¡A este hombre el rey ha deseado honrar!”
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Un soplo nada más es el mortal,
un suspiro que se pierde entre las sombras.
Ilusorias son las riquezas que amontona,
pues no sabe quién se quedará con ellas.
Y ahora, Señor, ¿qué esperanza me queda?
¡Mi esperanza he puesto en ti!
Salmos 39:6-7
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(*) Dicho popular :
Una persona trabaja esforzándose mucho, pero al final otro goza del fruto de su trabajo.