“…cándido tiempo
que yo no puedo abrir
y cerrar
como una puerta”
(Mario Benedetti )
Habrá otro tiempo sin tiempo.
Habrá un cielo sin cielo.
Sin noche.
Sin luz de sol. Ni luna.
Otra tierra (¿o la misma recreada?)
Ni la mayor mente creativa puede mostrarnos el tiempo después del tiempo.
Hablamos de gracia.
Hablamos de salvación.
Redención.
Sacrificio es una palabra común a muchos credos.
Hablamos de crucifixión.
Resurrección.
Palabras que intentan infructuosamente explicar lo inexplicable.
No sabemos hablar de lo que está porvenir, al otro lado de la muerte.
Camino entre lápidas, muchos nombres que no conocí, un lugar de amplios prados verdes, perfume a pasto recién cortado, algunas cruces desafían el viento tibio del otoño. Más allá un remolino y unos globos de colores revolotean sobre el nombre de un pequeño, recuerdo de uno que no alcanzó a distinguir su mano izquierda de su derecha.
Los cuerpos –o lo que queda de ellos- no escuchan nuestras voces ni perciben nuestra presencia. Ajenos a lo que ocurre en la superficie, esperan.
Ni ellos saben quiénes somos, ni nosotros sabemos dónde están ellos.
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"El ángel que yo había visto de pie
sobre el mar y sobre la tierra
sobre el mar y sobre la tierra
levantó al cielo su mano derecha
y juró por el que vive por los siglos de los siglos,
el que creó el cielo, la tierra, el mar
y todo lo que hay en ellos, y dijo:
¡El tiempo ha terminado!
Apocalipsis 10:5-6
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