Pedro era joven, tal vez unos 35 años, padre de una bebé, trabajador y buen marido.
Hasta que llegaba el viernes.
Especialmente el viernes de paga.
Ahí se olvidaba de todo, solo quedaba delante de sus ojos la mesa con los amigos, las copas y las risas.
Hasta muy entrada la noche regresaba a casa como podía.
Aquella ocasión descendió del bus, la instabilidad del cuerpo lo hizo caer con tan mala fortuna que una de las ruedas le tomó la pierna dejándosela atrofiada para siempre. Los intentos del chofer que rápido lo llevó a los primeros auxilios fueron inútiles, la operación duró algunas horas, la convalecencia unos meses y la invalidez hasta hoy.
Camina con dificultad.
Una muleta a cada lado, sin prótesis que le ayude. Su mujer me cuenta que jamás ha vuelto a beber.
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No se embriaguen con vino porque eso les arruinará la vida.
En cambio, sean llenos del Espíritu Santo,
eviten las canciones de taberna,
alaben a Dios con himnos y canciones del espíritu.
Efesios 5:18-19 (Paráfrasis)
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