lunes, 30 de marzo de 2020

COVID-19, la defensa de la vida o de la libertad.

Los muchachos que trabajan en la construcción se sientan todas las tardes delante de mi reja a esperar el bus.
Conversan, fuman, beben cerveza, chatean y ríen ajenos a cualquier pandemia.
No hay ninguna distancia entre ellos, sin tapa bocas o guantes.
En tiempos del covid-19 eso es casi una provocación o un juego a la ruleta rusa.
Los observo y me estremezco pensando cuántos de ellos volverán (o no) a sentarse en este mismo lugar.
Recuerdo aquel poema de Dylan: “ Veo a los muchachos del verano en su ruina, / convertir en eriales los dorados rastrojos,..."

Surgen voces en el mundo que están en desacuerdo con la cuarentena, que vulnera nuestra libertad y pone en riesgo todo el sistema que conocemos,  con quiebras económicas y desastres familiares por la cesantía generalizada. Tal vez los trabajadores le temen más a eso que a la contaminación.

Por otra parte  está el impedimento para la iglesia de congregarse y adorar juntos.
Le llaman el “dominio de la muerte” o el “dominio del miedo”  y recuerdan la reacción de la iglesia en crisis sanitarias anteriores, la peste negra en el siglo XIV, o la gripe española que dejaron una secuela importante de fallecidos (tengo entendido que también los cristianos hicieron cuarentena en esas épocas).

El punto es que las iglesias han cerrado sus puertas (en nuestro caso jamás había sucedido y ha sido muy triste), algo cuestionable para algunos y meritorio para otros.
¿Hasta dónde puede llegar el servicio espiritual sin traspasar límites?
Tal vez sería sano recordar que en su inicio la primitiva iglesia no tenía templos y se reunían en casas, a la orilla del mar o de un río. La persecución vino a dar más movilidad y muchos se esparcieron por todo el imperio romano y no por eso dejaron de ser iglesia.
Pasarían más de cien años en ese movimiento, dependiendo de cuán tolerante fuera el gobernante de turno. Lo más impresionante es que la iglesia se multiplicó exponencialmente por toda la tierra y sentó una base para perdurar hasta hoy.
Su libertad fue violada y aun así, crecieron.
Su libertad fue cruelmente restringida y nunca aminoró su fe.
¿Deberíamos hoy colocar nuestra libertad económica o personal por sobre la vida propia o la vida de nuestros semejantes?
¿Deberían nuestros vecinos sentirse amenazados porque una iglesia no acata los métodos gubernamentales en consecuencia que la Palabra nos llama a respetarlos? 1 Pedro 2:13

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Por nuestra parte, 
a nadie damos motivo alguno de tropiezo, 
para que no se desacredite nuestro servicio. 
 Más bien, 
en todo y con mucha paciencia 
nos acreditamos como servidores de Dios 

(2 Corintios 6:3-4)
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Fotografía de:  Christian Vierig / Getty Images
https://www.gettyimages.es/fotos/marine-serre- 

6 comentarios:

Susana dijo...

Es un tema complicado. Un beso

ojo humano dijo...

Sin duda, Susana.
Tomar lo mejor de este tiempo, aunque sea con templos cerrados. Hoy se han desarrollado mucho las RRSS
Buena semana, un abrazo

Peregrino dijo...

Una gran lección de humildad me parece todo esto. Ufano, Occidente creyó "matar a Dios" y a la postre un simple y microscópico bicho ha puesto en jaque al mundo. Saludos.

ojo humano dijo...

Qué razón tienes, Peregrino.
Dios quiera que algo aprendamos de todo esto.

Tam dijo...

Me encanta la metáfora de Dios como el tejedor. Éste (covid19) es un hilo que no esperábamos en la historia y cambia de color el tapete. Aún así no podemos decir que no quedará bien al final porque solo el tejedor sabe cómo termina (y tiene un buen propósito para incorporarlo). Nuestra intervención es hacer lo mejor como parte de la entramada historia que va contándose, porque eso es verdad, también contamos nosotros la historia.

ojo humano dijo...

Qué bonito aporte, Tam.
Y una buena forma de ver la intervención de Dios en el mundo.
Bendiciones.