"No deis lugar a que broten en vosotros raíces de amargura que os impidan progresar en vuestra fe y que contaminen la vida espiritual de muchos."
(Hebreos 12:15)
"Su jefe, un compañero de oficina al que siempre parece irle mejor que a usted, el vecino con la camioneta más grande de la cuadra o un viejo amigo con el que ya no cruza palabra después de una pelea, cualquiera de ellos puede ser el destinatario de una frase que cerca de la mitad de la gente ha dicho alguna vez: "¡Ese fulano me enferma!". Lo que usted no sabe es que esas palabras, que parecen no ser nada más que una exageración, pueden ser completamente ciertas, ya que su amargura o resentimiento, cuando permanece en el tiempo, puede ser una fuente de serios problemas de salud..."
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