Por años he soportado esa incómoda sensación de
impotencia cuando veo llorar a alguien. Si es varón, peor.
Impotencia y desconcierto. No sé dónde colocar las manos,
qué decir, dan ganas de arrancar, tocar a la persona, ay, un desastre.
Pero ya encontré la solución.
Tan sencillo como poner en práctica el consejo que el
apóstol Pablo le da a los romanos: “llorad
con los que lloran”.
Imperativo, tiempo presente, real, llorad.
Imperativo, tiempo presente, real, llorad.
En español actual: “lloren con los que lloran.”
Y ¿cómo hacemos eso?, me pregunta una
amiga.
Bueeeee, yo les doy la receta, la
práctica corre por cuenta de vosotros.
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