jueves, 6 de septiembre de 2012

Llorar y llorar.




Por años he soportado esa incómoda sensación de impotencia cuando veo llorar a alguien. Si es varón, peor.
Impotencia y desconcierto. No sé dónde colocar las manos, qué decir, dan ganas de arrancar, tocar a la persona, ay, un desastre.
Pero ya encontré la solución.
Tan sencillo como poner en práctica el consejo que el apóstol Pablo le da a los romanos: “llorad con los que lloran”.
Imperativo, tiempo presente, real, llorad.
En español actual: “lloren con los que lloran.
Y ¿cómo hacemos eso?, me pregunta una amiga.
Bueeeee, yo les doy la receta, la práctica corre por cuenta de vosotros.




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