martes, 28 de agosto de 2012

Trabajólicos.


Adictos al trabajo.
De lunes a domingo su mente, corazón y fuerzas están en la oficina, la “pega”, oficio, empleo o labor habituales.
La pasión por lograr un espacio connotado en la sociedad, el miedo a perderlo, el terror de los días feriados, algunos han llegado a decir “gracias a Dios es lunes”, vuelven al lugar de seguridad, la oficina, su escritorio, su sagrado metro cuadrado.
Acuérdese, le dijo el clérigo a mi amigo José, del día de reposo, llamándolo a buscar la espiritualidad tan necesaria para sobrevivir en las lides de las grandes ciudades. Mi amigo  -no sé si por dárselas de perito  en la materia- le respondió con cierta ironía “el diablo nunca deja de trabajar”, a lo que el ministro respondió afablemente, “entonces fíjese en qué condiciones anda él”.
 
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Nada trajimos al nacer y nada nos llevamos al morir.
 La gente trabaja duro para conseguir cosas,
pero cuando muere no puede llevarse nada.

Eclesiastés  5:15 (PDT)
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