viernes, 13 de octubre de 2017

Cazador de sombras.

 "Está lejos lo que ha sido, 
Y en extremo profundo.
 ¿Quién lo descubrirá?"
Eclesiastés 7:24

Existen seres humanos maravillosos.
Personas que nos reconcilian con la fe y nos provocan una notable luminosidad.
Es lo que me ha sucedido –por estos días- con Martín Gusinde (*).
Un hombre fuera de serie, como las joyas que merecen ser miradas, investigadas, admiradas  y pensadas (lamento que no esté entre nosotros, me hubiera gustado conocerlo).
Ha dejado una impresión profunda en mis ojos y en el alma cuando he descubierto  sus libros, fotografías y su vida compartida con nativos desposeídos, ignorados y exterminados en el punto más austral de la tierra.
Alguna vez escribí sobre indígenas yámanas.
Apenas una viñeta, una nota breve, casi al pasar.
Remedio mi liviandad descubriendo al sacerdote Gusinde, de quien me siento lectora total (y en deuda).

"Ahora me puede preguntar sorprendido el lector: ¿De dónde proviene tanto contenido y tanta cristalina pureza en esos principios, y de dónde surgen tal cantidad de factores para dirigir rectamente la voluntad a la satisfacción de tantas y tan diferentes exigencias? Pues bien, todo tiene su origen en la creencia religiosa de nuestros hombres primitivos en la Tierra del Fuego. Porque creen en una religión monoteísta, la que constituye, sin duda alguna, la forma superior de religión, y porque practican una fe viva, tienen alas nuestros indios para realizar sus actos morales y llegar a la consecución de sus altos ideales pedagógicos. Como actor de todo el complicado ritual de las ceremonias de iniciación a la pubertad, reconocen y denominan a Hidábuan (= mi padre), al gran espíritu puro, que siempre está. presente como único poder. De él proceden todas las costumbres y formas de vivir existentes, las leyes y derechos; él vigila su observancia y castiga su incumplimiento con enfermedades o muertes prematuras. De él se deriva la vida y la felicidad, la salud y toda clase de éxito, el tiempo bueno y el malo. Este gran espíritu está siempre presente en la conciencia de nuestros Yámanas, y todos se reconocen obligados a sus mandatos. También es de admirar que toda la educación de la juventud está impregnada de esta creencia en el dios vivo; y como tiene una base religiosa, se obtienen tan excelentes y seguros resultados. Para estos hombres primitivos del Archipiélago del Cabo de Hornos es evidente -y actúan conforme a ella- que, sin una creencia efectiva y real en un dios, faltaría el fundamento moral de toda acción pedagógica sobre la juventud." (Tomado de su libro:Hombres primitivos en la Tierra del Fuego, pág: 294)
 
 (*)  http://www.memoriachilena.cl/602/w3-article-3602.html

  http://www.cervantesvirtual.com/obra-visor/los-fueguinos--0/html/

4 comentarios:

Fernando dijo...

Es interesante, Ojo Humano. Parece como si la historia de los países de América del Sur hubiera sido sólo la de los blancos que los gobernaron después de la independencia, como si en ellos sólo hubieran vivido o vivieran ahora los blancos sin mezcla. Aún recuerdo mi sorpresa ignorante cuando descubrí, leyendo un blog, que en Argentina aún viven descendientes de los indios, pensaba que todos eran blancos. Por eso este post es interesante: nos recuerda a los que somos de fuera que las cosas no son tan simples como creemos.

ojo humano dijo...

Querido Fernando, hasta nosotros somos ignorantes de las costumbres de algunos de nuestros amerindios, lo que más sabemos es de los mapuches porque compartimos con ellos la nación, muchos de los habitantes australes ya han desaparecido.
Lo que me maravilló del sacerdote Gusinde fue su dedicación a buscar en ellos la espiritualidad pues quería comprobar que en toda tribu ancestral hay vestigios de fe en Dios, y claro que lo encontró.

Susana dijo...

Qué bien que fueran monoteístas. Un beso.

ojo humano dijo...

Así es, Susana. Es lo que quiso demostrar don Martín Gusinde, no solo en los habitantes australes, además en Africa.