Si no hubieras recibido aquella carta.
Si no hubieras aceptado la oferta.
Si no hubieras renunciado al trabajo.
Si no hubieras viajado tan lejos (hasta el último momento tuve la esperanza que te arrepintieras).
Si no hubieras dejado vacía la casa.
Si…
Aquel día levanté la mano en despedida; heredé tus libros, los aloes que plantamos juntos y que se han extendido por todo el jardín.
Disfruto la sombra del olivo, las uvas de la parra que podaste y, a veces, la casa me recuerda quién eras con un tenue olor a lavanda.
Todo se conjugó aquel año para vivir este misterio de gracia y favor de Dios, ocupar tu espacio.
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Estamos seguros, además,
de que todo colabora al bien
de los que aman a Dios...
Romanos 8:28 BLP
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