miércoles, 30 de noviembre de 2016

Pequeñas alegrías.

Ella añoraba que,  en esos momentos cumbre de una reunión,  alguien tocara su hombro y le profetizara.
No sabía bien lo que deseaba, una epifanía, una revelación, una palabra que la guiara en ese futuro hipotético y crucial, algo extraordinario y definitivo.
Era invisible a todo profeta.
Nadie tocó su hombro, no sintió ese estremecimiento –sus amigas se lo describían-  ni vio el cielo abierto con una luz cegadora que, a la manera de Moisés,  le dejara el rostro resplandeciente. O como Jacob soñando una escalera al cielo.
Se dedicó a trabajos viles buscando la aprobación del Santo. Hurgó en sus recónditos pensamientos una brizna de maldad. Lloró en tiempos oscuros de oración, saboreó la hiel de la soledad.
Años de opaco servicio templaron el carácter, le dieron certezas, aprendió a juntar pequeñas alegrías. Se hizo amiga de gente común, supo que la vida es un conjunto de esto y lo otro, que nada sucede por casualidad, tuvo esa rara lucidez de saber que su camino era el adecuado. 
Cuando murió vio dos ángeles que venían a buscarla.
Esa fue mi abuela.


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 Su patrón le dijo: “¡Muy bien hecho!
Eres un buen siervo y digno de confianza.
Como fuiste fiel con poca cantidad,
te pondré a cargo de mucho.
Ven y alégrate con tu patrón”.

Palabras de Jesús en Mateo 25:21 (PDT)

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4 comentarios:

Fernando dijo...

Así es, Ojo Humano. La vida cristiana es silenciosa, nunca hay palomas que nos hablan ni luces que nos hacen caer al suelo. Se trata, día a día, de cumplir con el deber, con la ayuda de Dios.

Y, sin embargo, muy de cuando en cuando ocurren pequeños milagros, pequeñas casualidades como la que tú contaste del señor que te dijo una frase justo después de tu estudio del Antiguo Testamento. Son pequeños milagros que interpretamos como si Dios nos dijera -con palabras- "vas por buen camino".

Hermoso que tu abuela llegara a saber que nada ocurre por casualidad. En estos tiempos materialistas es una suerte llegar a saber eso, que Dios nos guía.

Susana dijo...

Qué bonito. Un beso.

ojo humano dijo...

Estimado Fernando, creo que mi abuela, a pesar de sus limitaciones, vivió una buena vida, el propósito se cumplió en ella.
La gracia del Espíritu Santo nos ayuda y nos da alegría de ser cristianos. Me alegra que hayas descubierto el Evangelio con más amplitud.


Querida Susana, agradecida de tu amistad.
Oro para que tengas salud.
Un abrazo.

Anónimo dijo...

gracias